Sabiendo que pronto regresaría el patrón de la fiesta de bodas, los servidores se vistieron adecuadamente, prepararon la cena, limpiaron la residencia y encendieron las lámparas para que el dueño de casa llegara fácilmente a la entrada con su flamante esposa, y se dispusieron a atender a sus señores en todo lo que necesitaran.
Se hacía muy tarde y estaban agotados, pero ninguno de ellos se durmió ni dejó de cumplir su deber. ¡Finalmente escucharon los golpes en la puerta! Deseosos de atenderlos, abrieron de inmediato y les dieron la bienvenida. ¡Qué sorpresa se habrán llevado cuando su patrón los invitó a sentarse a la mesa y él mismo se puso a servirles a ellos!
Qué privilegiados se habrán sentido estos servidores, porque su patrón los trataba con amor y gentileza, y les daba la oportunidad de retribuirle su amabilidad. ¿No es acaso esta parábola una descripción de nuestra propia vida como servidores de nuestro Señor, Jesús? Él nos llama a cada uno a servirle, mientras nos preparamos para el día en que él se una a su flamante esposa, la Iglesia, y así en ese día participemos de su gloriosa alegría.
Ahora bien, siendo siervos del Señor, ¿vamos a despreocuparnos de nuestro deber y divertirnos en ausencia de nuestro Patrón, o vamos a velar con diligencia, listos a cumplir sus órdenes? Jesús está deseoso de premiar a los que hayan trabajado en su ausencia y estén despiertos y preparados cuando él regrese. Cristo es un Redentor bondadoso y un Protector como no hay otro en la tierra. Siendo Rey, Jesús realizó el acto supremo de servicio a sus seguidores: entregó su vida en la cruz para que pudiéramos vivir unidos a él para siempre.
El día del regreso de nuestro Dueño y Señor será glorioso para los que creen en él y lo han buscado en la oración y en su Palabra. En ese día, él reconocerá la dedicación con que hayamos trabajado para él y nos colmará de su amor. Allí abrazará a sus servidores fieles y les dirá: “Vengan a alegrarse conmigo, participen en mi banquete nupcial y compartan mi gozo. Siéntense y les lavaré los pies del polvo de las pruebas terrenales, del sufrimiento y de las dificultades; los ungiré con óleo fino y los vestiré con vestiduras celestiales.”
“Señor, ayúdanos a servirte fielmente para que en el último día recibamos el más excelente de los premios: el gozo supremo de tu presencia.”
Efesios 2, 12-22
Salmo 85(84), 9-14
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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