martes, 2 de abril de 2019

Meditación: Juan 5, 1-16

Le dijo: “Levántate, toma tu camilla y anda.” Al momento el hombre quedó curado. (Juan 5, 8-9)

¿Sabías que San Juan Evangelista solamente narra siete milagros de Jesús? Pueden ser pocos en número, pero son ricos en significado. De hecho, Juan los llamó “señales”, debido a la forma en que cada uno de ellos llevaba a las personas a creer en Jesús.

Bueno, todos excepto uno. La señal del Evangelio de hoy parece no tener ningún efecto espiritual sobre el hombre que lo recibió. Si acaso, muestra exactamente lo opuesto a lo que uno esperaría.

En primer lugar, cuando Jesús le pregunta si desea ser sanado, el hombre no responde con un categórico “¡Sí!” Ni siquiera ofrece una respuesta directa. Más bien, se queja: “No tengo a nadie que me meta en la piscina.”

Luego de que Jesús lo sana, el hombre recoge su camilla y se aleja. No le agradeció al Señor ni le contó a nadie lo que había sucedido. Simplemente continuó con su vida.

A continuación, cuando algunos jefes religiosos confrontaron al hombre por infringir la ley al cargar su camilla en día de reposo, él eludió toda responsabilidad y culpó a “el que me curó” (Juan 5, 11). Nunca demostró sorpresa ni gratitud cuando Jesús lo curó. Simplemente se limitó a culpar a otra persona.

Finalmente, después de que Jesús habló con él de nuevo, el hombre lo denunció a las autoridades (Juan 5, 15) y como resultado, empezaron a acosar y perseguir a Cristo. De hecho, gracias a las palabras de este hombre, las autoridades iniciaron una larga campaña en contra de Jesús que finalizó con la conspiración de su muerte (11, 49-53).

Pareciera que en este relato se nos enseña qué es lo que debemos recordar al relacionarnos con el Señor:
  • No quejarnos, sino más bien pedirle ayuda.
  • No alejarnos de él, más bien, aferrarnos a él y alabarlo por sus bendiciones.
  • No tratarlo como si fuera un hombre cualquiera. Reconozcamos y creamos que él es el Hijo de Dios.
  • No tener miedo de contar lo que él ha hecho por nosotros. Al contrario, busquemos cómo podemos compartir la bue“Sí, amado Jesús, ¡deseo que me sanes! Señor, yo creo en ti.”na noticia con otros.
Y tú, ¿qué dices? ¿Deseas que Jesús te sane de algo en tu vida? Sigue estos cuatro puntos, que son parte de una receta clara y llena de esperanza para recibir una sanación más profunda y una fe más fuerte.
“Sí, amado Jesús, ¡deseo que me sanes! Señor, yo creo en ti.”
Ezequiel 47, 1-9. 12
Salmo 46(45), 2-3. 5-6. 8-9
Fuente: Devocionario Católico La palabra con nosotros

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