Meditación: Hechos 1, 1-11
Jesucristo ha ascendido a la derecha del Padre y ahora ocupa su trono en la gloria de los cielos. Tan elevada dignidad ya le correspondía por derecho propio, porque es el Hijo de Dios; pero Jesús renunció a ese derecho, y luego lo ganó de nuevo por su obediencia al Padre y por su amor a los pecadores, concretado en su propio sacrifico redentor. Por eso, habiendo cumplido su misión mesiánica a cabalidad con una entrega admirable, ascendió a las alturas.
Después de ver a Cristo ascender al cielo, los apóstoles volvieron a Jerusalén llenos de alegría porque ahora estaban más convencidos de que su amado Señor estaba vivo y glorificado, y el corazón les ardía de alegría. Todo esto demuestra la bondad de Dios, que hace realidad nuestros sueños más profundos del modo más sorprendente, y hace que todas las cosas actúen para el bien de aquellos que depositan su confianza en Dios (Romanos 8, 28), porque del mal el Señor saca el bien, de la muerte la vida y del dolor y el sufrimiento la gloria.
Ahora, los creyentes vivimos con la esperanza de que las palabras de Jesús se hagan realidad para nosotros: “Donde yo estoy, allí estarán ustedes también.” Mientras tanto, tenemos una tarea que hacer: evangelizar, predicar la buena noticia de la salvación y ser testigos de Cristo en nuestro mundo.
“La Ascensión del Señor nos dice que, en Cristo, nuestra humanidad es elevada a las alturas de Dios; así cada vez que rezamos, la tierra se une con el cielo. Y como el incienso cuando se quema hace subir hacia lo alto el humo suave y perfumado, así cuando elevamos al Señor nuestra fervorosa oración llena de confianza a Cristo, ésta atraviesa los cielos y alcanza el Trono de Dios, y es por él escuchada y aceptada. Entonces, él no nos dará solamente lo que le pedimos, o sea la salvación, sino también lo que él ve que sea conveniente y bueno para nosotros, aún si no se lo pedimos’.” (Papa Benedicto XVI).
“Amado Señor Jesús, sabemos que hoy estás ascendido junto al Padre pero al mismo tiempo estás entre nosotros hasta el fin de los tiempos.”Efesios 1, 17-23
Salmo 47 (46), 2-3. 6-9
Lucas 24, 46-53
fuente DEVOCIONARIO CATOLICO LA PALABRA CON NOSOTROS
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