«No podéis servir a Dios y al dinero»
Vez que ventajas nos promete Jesucristo y cuantos de sus mandatos nos son útiles, puesto que nos liberan de tantos grandes males. El daño que nos causas las riquezas, dice, no es solo armar a los ladrones contra vosotros y llenar vuestro espíritu de profundas tinieblas. La gran herida que produce, es que os arrastran de la bienaventurada servidumbre de Jesucristo para convertiros en esclavos de un metal insensible e inanimado.
«No podéis servir a Dios y al dinero» ¡Temblemos, hermanos, ante la idea de que forzamos a Cristo a hablar del dinero como de una divinidad opuesta a Dios!. ¿Pero cómo, diréis, han encontrado los antiguos patriarcas la manera de servir conjuntamente a Dios y al dinero? De ningún modo. ¿Pero cómo pues Abraham, como Job ha lanzado tantas exclamaciones por su magnificencia? Os respondo que no es necesario en absoluto alegar aquí lo que han poseído los ricos sino los que han sido poseídos por ellos. Job era rico; se servía del dinero, pero no servía al dinero, era el dueño y no el adorador. Consideraba su bien como si hubiera sido otro, se consideraba como el dispensario y no como el propietario... Por eso no se afligió en absoluto cuando lo perdió.
San Juan Crisóstomo (c. 345-407)
presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía 21 sobre san Mateo.
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