Ningún profeta ha encontrado jamás a Dios sin retirarse a la soledad y el silencio. Moisés, Elías y Juan el Bautista hallaron a Dios en el silencio del desierto. También hoy los monjes buscan a Dios en la soledad y el silencio. No me refiero únicamente a una soledad o un movimiento geográfico, sino a un estado interior. Tampoco basta con callar. Hay que convertirse en silencio.
Y es que Dios se encuentra en el hombre antes que en el desierto, antes que en la soledad y el silencio. El auténtico desierto está en nuestro interior, en nuestra alma.
Si lo entendemos así somos capaces de comprender que el silencio es indispensable para encontrar a Dios. El Padre aguarda a sus hijos en sus propios corazones.
Card. Sarah – “La fuerza del silencio” # 05
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