Es verdad que, aunque hayamos recibido —por parte de Dios— tan sólo un pequeño talento, trabajándolo con sabiduría conseguiremos unirnos con el Cuerpo de la Iglesia y con la Cabeza de ese Cuerpo: Cristo. De esta forma, devendremos parte, primero de la Cabeza del Cuerpo y luego de los dones de los poderosos miembros del Cuerpo de Cristo, que son los santos. Así, por pequeño que sea nuestro don, si sabemos cuidarlo y conservarlo, Dios nos pondrá “fieles sobre muchos”. Si guardamos con santidad eso que es poco, Dios nos llenará con Sus ricos dones. Gracias a nuestro pequeño don podremos gozarnos de los inmensos dones de los santos.
Por esta razón, debemos poner, en todo lo que hagamos, al menos una migaja de amor. Cuando hablemos de algo o de alguien, agreguemos una gotita de amor. Seamos generosos, hablando hermosamente de nuestro semejante, más de lo que se merece. Lo mismo debemos hacer cuando pensemos en algo o en alguien. No olvidemos esa migajita de amor. Así pues, si agregamos un pedacito de amor a todo lo que hacemos, decimos o pensamos, poco a poco heredaremos el gran amor que brota de la Cruz y la Resurrección de Cristo. Creo que es así como podríamos interpretar las palabras del Señor: “¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.” (Mateo 25, 21).
(Traducido de: Arhimandrit Zaharia Zaharou, Adu-ţi aminte de dragostea cea dintâi (Apocalipsa 2, 4-5) – Cele trei perioade ale vieţii duhovniceşti în teologia Părintelui Sofronie, Editura Doxologia, Iaşi, 2015, pp. 126-127)
No hay comentarios:
Publicar un comentario