Debemos subrayar, antes de todo, que seguir al Señor es un acto voluntario. Es nuestra decisión ir a Su encuentro, o seguir con nuestra forma de vida actual. Somos libres. Este es un privilegio muy grande, que nos fuera concedido desde nuestra misma creación. Es el gran misterio del mundo humano.
El mundo de los hombres puede creer que es autónomo, que surgió de la nada, que puede organizarse libremente, según las leyes que él mismo va creando. Creo que Dios encontró, al otorgar tal libertad, la forma ideal para una humanidad que puede sentirse digna e independiente, hasta el extremo de llegar a alejarse de Él.
Como dije, Dios tiene un punto de vista particular sobre esto, pero consideró más importante la libertad de los hombres. A todos les dejó al alcance, no obstante, junto a la libertad, los medios para orientarse en las opciones de esa misma libertad. Así pues, lo que quiero que retengamos, especialmente, es ese “Si alguien desea...”, es decir, el hecho que Él nos da la libertad de seguirle o no.
(Traducido de: Mitropolitul Antonie Plămădeală, Tâlcuiri noi la texte vechi, Editura Sophia, Bucureşti, 2011, p. 34)
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