Ciertamente, la Gracia no coarta la voluntad del hombre, sino que cede en favor del libre albedrío, para ver en qué medida la voluntad humana se inclina hacia la virtud o hacia el mal.
Tal como la fuerza maligna nos induce (a cometer maldades), así también la Gracia divina (nos induce a obrar bien). Pero (ninguno de esos dos poderes) nos coacciona, sino que nos dejan la libertad de discernimiento y elección. Por eso, por los hechos cometidos, inducido por el maligno, el hombre mismo —y no el demonio— recibe castigo, por haber actuado mal, no coaccionado, sino que aconsejado por su propia mente.
Lo mismo sucede con la comisión del bien: la Gracia no asume los méritos del bien que hacemos, sino que nos los deja a nosotros. Ciertamente, la Gracia no coarta la voluntad del hombre, sino que cede en favor del libre albedrío, para ver en qué medida la voluntad humana se inclina hacia la virtud o hacia el mal. Así, depende del hombre elegir entre el bien y el mal.
(Traducido de: Sfântul Macarie Egipteanul, Scrieri, Editura Institutului Biblic şi de Misiune al Bisericii Ortodoxe Române, Bucureşti, 1992, pp. 337-338)
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