sábado, 27 de mayo de 2017

Meditación: Juan 16, 23-28


San Agustín de Canterbury

Yo les aseguro: cuanto pidan al Padre en mi nombre, se lo concederá. (Juan 16, 23)

¡Qué extraordinaria promesa es ésta! ¡Como para caer de rodillas y pedirle al Padre por cada intención que se nos ocurra! Pero primero hay que entender lo que significa pedir “en el Nombre de Jesús”. En la antigüedad, el nombre representaba precisamente la importancia, la misión y la autoridad de la persona.

Pedir en el Nombre de Jesús no es una fórmula mágica. No es como acercarse a una puerta cerrada con llave y decir “¡Ábrete, Sésamo!” Pedir en el Nombre de Jesús es pedir del mismo modo como Jesús pidió; es orar con la misma fe, con el mismo amor al Padre, con el mismo fervor de Jesús. En esta oración queremos expresar el deseo de compartir la unión con el Padre que tuvo Jesús, y así tener una confianza absoluta en que el Padre escucha nuestras oraciones y responde a ellas, aunque no veamos resultados inmediatos.

Pedir en el nombre de Jesús significa adquirir el compromiso de imitar la vida de Cristo y ser obedientes al Padre en todo, tal como él lo fue. Significa pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a adoptar la mente de Cristo, para que las intenciones que ofrezcamos al Padre sean parecidas a las que ofreció Jesús, cuando estuvo en la tierra, y las que ahora ofrece en el cielo.

Actuando así, encontraremos que la oración se nos amplía para pedir que todo hombre y mujer llegue a creer en Jesús, que los poderes de la oscuridad sean rechazados en el mundo, que la Iglesia permanezca unida y sea una luz para los que caminan en la oscuridad. Así, nuestras oraciones ya no serán sólo peticiones para pasar un examen, lograr una venta o conseguir un trabajo.

Ciertamente el Señor se preocupa hasta de los detalles más íntimos de la vida; nos escucha y nos responde cuando pedimos por nuestras necesidades. Pero hemos de poner atención a las palabras del apóstol Santiago, que nos aconseja no pedir con motivaciones egoístas: Si se lo piden y no lo reciben, es porque piden mal, para derrocharlo en placeres (v. Santiago 4, 3).
“Padre santo, te pedimos que nos concedas nuestros anhelos más íntimos, para tener el corazón cada vez más unido a Cristo Jesús, tu Hijo amado, y para que nuestros deseos reflejen los deseos de él.”
Hechos 18, 23-28
Salmo 47(46), 2-3. 8-10

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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