martes, 30 de mayo de 2017

Meditación: Juan 17, 1-11


“Te pido por ellos… porque son tuyos.” (Juan 17, 9)

Un día antes de su pasión y muerte, en la Última Cena, Jesús pronunció su Plegaria Sacerdotal. Y en ella le dice al Padre que había dado a conocer a sus discípulos la presencia, el carácter y el amor de Dios. Jesús resumió todo esto diciendo que les había revelado quién era el Padre. En realidad, en todo el tiempo que pasó con ellos, Jesús fue la manifestación visible y palpable de Dios, la presencia del Todopoderoso que los protegió del mal en el “nombre” que le había dado el Padre.

Pero, ¿qué sucedería ahora que Jesús iba a dejar a sus discípulos? ¿Iban ellos a perder ese nombre, es decir, la presencia y el poder de Dios? ¿Se sentirían aplastados por los engaños y las tentaciones del mundo, e incapaces de defenderse de los ataques del maligno? ¡En absoluto! Jesús oró pidiendo que Dios continuara guardándolos en su nombre, es decir, en su poderosa presencia salvífica.

Al rezar, Jesús tenía un objetivo bien claro: “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros” (Juan 17, 11). Estas pocas palabras encierran la revelación de la vida para la cual quiere salvarnos el Señor. No una vida en que cada uno tenga una comunión individual con Dios; no. Jesús quiere salvarnos de todo lo que separe y divida a los cristianos entre sí, para que, en él, lleguemos a unirnos los unos a los otros.

En su plegaria pedía, y sigue pidiendo, que permanezcamos unidos en el nombre de Dios para que él pueda crear un vínculo inquebrantable entre unos y otros. También, expresaba su voluntad más profunda y los designios más sentidos para su cuerpo de creyentes.

En pocos días celebraremos la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, por eso aceptemos este deseo de Jesús y hagámoslo nuestro; expongamos nuestro corazón al fuego de su amor, para que seamos purificados de todos los resentimientos, egoísmos y actitudes de autosuficiencia que tengamos.

Unámonos a la oración que Jesús eleva al Padre, invocando a Dios en nuestro propio favor y en favor de todos los cristianos del mundo: “Padre, ¡que todos seamos uno en tu nombre!”
“Padre, te ruego por la unidad de los cristianos de todo el mundo; derrama, Señor, de nuevo tu Espíritu Santo sobre toda tu Iglesia como en un nuevo Pentecostés.”
Hechos 20, 17-27
Salmo 68(67), 10-11. 20-21

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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