miércoles, 31 de mayo de 2017

Meditación: Lucas 1, 39-56


Visitación de la Santísima Virgen María

En la fiesta de la Visitación de la Virgen María a su parienta Isabel, recordamos aquel hermoso cántico llamado el Magnificat, donde ella alaba a Dios y añade: “Mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi Salvador… porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre.” (Lucas 1, 46-47, 49).

San Juan Pablo II, en una homilía pronunciada con motivo de esta fiesta, exhortó a los presentes a abrir su corazón completamente a la obra de Dios, como lo hizo la Virgen: “María —dijo él— experimentó más que cualquier otro ser la cercanía del poder y la gloria de Dios. Ella se daba cuenta de su condición de creatura y también sabía que todos la llamarían bienaventurada, pero, señalando a Jesús, dijo: ‘Hagan lo que él les diga’ (Juan 2, 5). La doncella de Nazaret se preocupaba de las cosas de Dios, y miraba los misterios inexplicables con los ojos de la fe… una fe que merece premio y bendición: ‘Dichosa tú que has creído’ (Lucas 1, 45).”

Juan Pablo nos pedía a todos que abriéramos el corazón para que Dios actuara libremente en él: “En todos nosotros está la dimensión humana, que anhela la experiencia del Dios vivo. Este profundo deseo ha impulsado una y otra vez a hombres y mujeres a seguir fielmente a Cristo” y recalcaba la necesidad de ser dóciles al Espíritu Santo, que nos prepara para el servicio, como la Virgen María: “Estemos abiertos al Espíritu, para que podamos experimentar su poder, que nos capacita para el servicio a los demás y para dar testimonio.”

El servicio de María fue aceptar la invitación que Dios le hacía a ser la Madre de su amado Hijo, misión que ella aceptó dócilmente. Nosotros también, como María, hemos de disponernos a recibir la gracia que Dios continuamente nos prodiga: “En todo momento de nuestra vida fijemos, con ella, la mirada en el Dios santo, que siempre es tan diferente y tan superior a nosotros, y que sin embargo está misteriosamente con nosotros y nos ama.” Repitamos junto a María: “que Dios haga conmigo como me has dicho” (Lucas 1, 38).
“Virgen Santísima, concédeme la gracia de ser dócil a la inspiración del Espíritu Santo, como tú lo fuiste, para ser un buen discípulo de tu amado Hijo Jesús y ser, como tú, hijos obedientes de Dios, nuestro Padre.”
Sofonías 3, 14-18
(Salmo) Isaías 12, 2-6

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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