La mayoría de veces, la pasión ciega al individuo. Así, éste empieza a idealizar al objeto de su inclinación. Pero cuando la pasión se desvanece, sólo le queda razonar: “¿Cómo pude ser tan ciego? ¿Cómo fue que no ví la verdad?”. Y luego sigue la más profunda frustración. Por eso no es bueno apresurarse. Primero seamos amigos y aprendamos a conocernos bien. En otras palabras, primero conozcámonos y asumámonos tal cual somos.
La familia es una cruz. Cierto es que nos trae muchas alegrías, pero también nos hace enfrentar muchas aflicciones. Esforcémonos, pues, en proceder con sabiduría para ver las cosas en su realidad. En ningún caso tomemos el matrimonio como una lotería: funciona o no funciona. Es un paso decisivo, porque nuestro propósito final es alcanzar la salvación. Por medio de la familia podemos salvarnos, pero también caer. El placer físico pasa rápidamente, mientras que la verdadera unión espiritual es eterna. Así es como debemos pensar.(Traducido de: Pr. Evgheni Şestun, „Familia ortodoxă”, Editura Sophia, Bucureşti, 2005, p.35)
Foto: Oana Nechifor
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