Tales personas se consideran insignificantes a sí mismas, porque ven solamene la misericordia de Dios y sus propias faltas.
Las lágrimas brotadas de los suspiros del corazón son provocadas por el haz del Espíritu Santo, que alcanza a los avanzados en lo espiritual y toca sus corazones. Por eso, tales personas se consideran insignificantes a sí mismas, porque ven solamene la misericordia de Dios y sus propias faltas.
Antes de conocer al Espíritu Santo, te sientes atraído por la religión y el trabajo físico, pero, después de conocerlo, renunciarás al trabajo físico. Mientras más vayas avanzando en el Espíritu, las cosas de este mundo te perturbarán más y dejarán de llamarte la atención.
Cuando el Espíritu Santo te cubre, dejas de ver maldad en los demás. En ese maravilloso momento sólo sabes de dónde vienes, a dónde debes llegar y qué debes hacer para alcanzar la perfección. Pocas personas alcanzan la “Oración del corazón”. Usualmente, quienes verdaderamente han sabido vencer sus pasiones físicas y espirituales. Estas personas, teniendo en su interior el don maravilloso de la oración verdadera, viven momentos en los que el Espíritu Santo les revela la eternidad.
Hay quienes me preguntan: “Padre, ¿quedan personas como esas en nuestros días?”. Y yo sé y les respondo que aún existe tal clase de personas, pero son pocas. El mundo no los conoce, porque se trata de individuos llenos de humildad. Y es que sólo Dios debe conocer el nivel de cada uno. Mientras más repitamos la “Oración del corazón”, mientras más logremos concentrar nuestra mente y mientras menos atención les pongamos a los otros espíritus (malignos), más aptos seremos para que el Espíritu Santo venga a descansar en nosotros, y Él nos librará de todo pensamiento pernicioso.(Traducido de: Părintele Proclu Nicău, Lupta pentru smerenie şi pocăinţă, Editura Agaton, Braşov, 2010, pp. 58-59)
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