Tú, que te crees humilde, recuerda que hay otros que se culpan a sí mismos de cosas que no han hecho.
El que es verdaderamente humilde no se perturba ante la injusticia, ni se defiende. Al contrario, acepta las injurias como si fueran ciertas y no le preocupa convencer a los demás con argumentos, sino que inmediatamente les pide perdón.
Muchos recibieron el calificativo de “arrebatados”, aunque no eran así en realidad. Otros soportaron el epíteto de “adúlteros”, aunque no tenían culpa alguna. Sin embargo, entre lágrimas pidieron perdón por una falta que no habían cometido y por ello fueron coronados por su pureza e inocencia. Otros, para no ser elogiados por su vida llena de virtud, actuaron como si estuvieran locos, recibiendo luego la sal de la sabiduría divina y una paz profunda. Así, alcanzando la cima de la perfección, tuvieron como heraldos de su valentía a los Santos Ángeles.
Tú, que te crees humilde, recuerda que hay otros que se culpan a sí mismos de cosas que no han hecho. Mas tú no soportas cuando alguien te acusa... y, a pesar de esto, sigues declarándote lleno de humildad.
Si eres humilde en tu mente, ponte a prueba: constata si eres capaz de soportar la injusticia sin perturbarte.SAN ISAAC EL SIRIO
(Traducido de: Sfântul Isaac Sirul, Cuvinte despre nevoință, Editura Bunavestire, Bacău, 1997, pp. 253-254)
fuente: Doxologia
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