lunes, 22 de mayo de 2017

Si no tenemos humildad, no nos podemos salvar

“¡Oh, bondad del Rey, que nos dio a Su Madre para que fuera también nuestra Madre!”.


El padre Benjamín Iorga era muy devoto de la Madre del Señor, a quien veneraba día y noche. Algunas veces, solía exclamar:

–¡Oh, bondad del Rey, que nos dio a Su Madre para que fuera también nuestra Madre! Reina, Soberana, Señora, amadísima y dulcísima Madre. ¡Oh, bondad de Cristo Rey!!

Cierto día, un monje le pidió que le diera un buen consejo. Y el anciano le dijo:

–Agradécele a la Madre del Señor por haberse apiadado de nosotros... ¡nos sacó del mundo y nos trajo a este santo monasterio!

El mismo monje le preguntó:

–¿Qué más necesita el cristiano para salvarse?

Y el anciano le respondió:

–Si no tenemos humildad, no nos podemos salvar.

Otro día, un monje le preguntó:

–¿Me conoces, padre Benjamín?

–Que Dios te conozca, respondió él.

–¡Pídele a Dios por mí, padre Benjamín!

–Busca a otro que sea digno de ello, respondió el anciano, con humildad.

Dos días antes de morir, vino un doctor a verlo, y le dijo:

–Soy médico. ¿Cómo puedo ayudarlo?

Y el anciano Benjamín respondió:

–Sí, eres médico. Pero yo estoy por irme con el Médico Celestial, que sana el cuerpo y el alma.

Momentos antes de morir, les dijo a quienes estaban en su celda:

–“Las aguas de la muerte me envolvían” (Salmos 17, 5). ¡Mañana me voy, mañana me voy!

Al día siguiente entregó su alma, en paz, a las manos del Señor, cuando pronunciaba por última vez la “Oración de Jesús”.

(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie Bălan, Patericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 671-672)
Foto: Oana Nechifor
fuente Doxologia

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