lunes, 22 de mayo de 2017

Meditación: Juan 15, 26—16, 4


Santa Rita de Casia

Jesús prometió a sus discípulos que les enviaría el “Espíritu de la verdad” para enseñarles “todas las cosas” y recordarles “todo lo que les he dicho” (Juan 15, 26; 14, 26). Sabemos que esta promesa se cumplió el día de Pentecostés, de manera que para nosotros el Espíritu Santo está ciertamente presente, viviendo en nosotros, enseñándonos las verdades de Jesús y sustentando la vida de la Iglesia.

Mediante la fe y el Bautismo, creemos que el Espíritu Santo vive en nosotros y nos enseña las verdades de Dios. Pero no se trata sólo de un maestro que nos explica externamente las cosas divinas, porque en realidad el Señor trabaja en lo más profundo de nuestro ser.

La verdad no consiste sólo en que un concepto sea correcto, sino en que sea una realidad, y la verdad de Dios es una realidad divina que tiene poder para transformarnos y gobernar nuestra vida. El Espíritu Santo, como Espíritu de la verdad, nos infunde ese poder divino, para que la Palabra de Dios no sea para nosotros sólo un mensaje inanimado, sino un poder vivo, capaz de transformarnos. Al dar testimonio de Cristo, el Espíritu de la verdad nos inspira la vida de Dios para que Cristo viva en nosotros y nosotros en él (véase Juan 14, 20).

Hemos recibido el Espíritu Santo, pero él no transforma nuestro interior a menos que nosotros cooperemos con él. Dios quiere que lo amemos libremente y que disfrutemos de su favor siendo hijos suyos. Por consiguiente, hemos de aceptar lo que el Espíritu Santo quiera hacer en nosotros, y recibir la verdad que él nos comunica, en lugar de confiar en nuestros propios razonamientos e ideas, que suelen ser contrarios a Dios.

Jesús dijo esto a sus discípulos para que supieran que tenían que buscar la presencia del Espíritu en su interior, y no dejar que los principios del mundo y sus propias ideas llegaran a dominarlos. Si así lo hacían, estarían protegidos para no desviarse; y lo mismo nos sucede a nosotros: Tenemos el Espíritu de Dios en nuestro interior y, si nos entregamos de corazón y mente a él, podremos vencer todo tipo de pruebas y tentaciones.
“Espíritu Santo, ayúdanos a aceptar con entusiasmo la voluntad de Dios y someternos a él, para su gloria, para la edificación de la Iglesia y para nuestra propia felicidad eterna.”
Hechos 16, 11-15
Salmo 149, 1-6. 9

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

No hay comentarios:

Publicar un comentario