Ya casi no nos sorprende el hecho de saber que muchos “cristianos” no asisten a misa los domingos. Quizás lo más decepcionante es ver que esta actitud empieza a convertirse en la norma en lugar de ser la excepción, cuando el sentido común nos dice que tendría que ser al revés.
Por el Antiguo Testamento sabemos que el tercer mandato tallado en las tablas de Moisés es el de “santificar las fiestas”, tal como lo siguen haciendo en la actualidad el pueblo judío (nuestros hermanos mayores según los definió Juan Pablo II) en cada sabath, en el séptimo día: el sábado.
Sin embargo ya en los orígenes de nuestra Iglesia, los apóstoles y los primeros cristianos comenzaron a reunirse en el primer día de la semana para conmemorar aquel domingo en el que resucitó nuestro Señor Jesucristo. A partir de la revelación de Cristo, el tercer mandamiento nos recuerda que debemos dedicar el domingo al Señor. De hecho, el origen latín de la palabra domingo es dominicus [dies], o sea día del Señor.
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica (1193) :
El domingo, “día del Señor”, es el día principal de la celebración de la Eucaristía porque es el día de la Resurrección. Es el día de la Asamblea litúrgica por excelencia, el día de la familia cristiana, el día del gozo y de descanso del trabajo. El es “fundamento y núcleo de todo el año litúrgico”.
¿Será posible que deliberadamente un cristiano pisotee este santo mandamiento? ¿O simplemente es falta de formación cristiana? Sepámoslo y anunciémoslo: faltar deliberadamente a misa el domingo es pecado grave. Si la falta de formación hace que algún amigo o familiar subestime el valor de ir a vivir la misa del domingo, tratemos de hacerle ver no solo el hondo significado de la Santa Misa, sino también lo importante de cumplir con el tercer mandamiento asistiendo a la Pascua Semanal, tal como lo expone magistralmente Juan Pablo II en su carta apostólica Dies Domini, una lectura altamente recomendable para todo cristiano.
Dice el padre Jorge Loring en su libro “Para Salvarte“:
Por favor, relee esta última cita.
Más allá de honrar la ley divina, entendamos que el asistir a misa es un acto de amor a Dios, por lo tanto redescubramos el gozo de adorar a nuestro Padre viviendo cada domingo y cada misa como si fueranuestra última cena celestial.
fuente: Paráclito.org
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