martes, 23 de mayo de 2017

Evangelio según San Juan 16,5-11. 
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: '¿A dónde vas?'. Pero al decirles esto, ustedes se han entristecido. Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré. Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio. El pecado está en no haber creído en mí. La justicia, en que yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán. Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo ya ha sido condenado."

RESONAR DE LA PALABRA

Fredy Cabrera, cmf.
¡Queridos compañeros y compañeras de camino!, saludos pascuales y fraternos.
Atendemos, como ayer, otro episodio en los procesos que vivió Pablo por el anuncio del Evangelio. Esta vez, desde la cárcel, a pesar de los azotes y los insultos no dejará de dar testimonio de su fe. Todos los que estuvieron con él pudieron experimentar la presencia del Dios de Jesús, no sólo al sentir fortaleza, sino favoreciendo la liberación de los que estaban presos y la conversión del carcelero junto a toda su familia.
El Evangelio de Juan continúa presentando uno de los discursos esenciales de Jesús a sus discípulos. Ya próximo el momento de su Pasión, Jesús mismo anuncia la presencia de un defensor para la vida de sus seguidores (el Espíritu Santo). La mención de este “defensor” es una clara invitación a la madurez de los discípulos que no han de temer a las pruebas ni a sus adversarios.
El cristiano convencido de la presencia de Dios en el mundo no ha de tener miedo de denunciar las consecuencias del pecado individual y estructural. Sólo siguiendo el ejemplo de entrega y donación de la vida, como Jesús, se podrá nuevamente proclamar en esta Pascua que el “príncipe de este mundo” y todo su proyecto de maldad y destrucción ha sido derrotado. Es necesario buscar así la conversión y el cambio en los más posibles.
Citamos oportunamente el pensamiento del beato Mons. Romero de El Salvador asesinado “por odio a la fe”: “La Iglesia no puede callar ante esas injusticias del orden económico, del orden político, del orden social. Si callara, la Iglesia sería cómplice con el que margina y duerme un conformismo enfermizo, pecaminoso, o con el que se aprovecha de ese adormecimiento del pueblo para abusar y acaparar económicamente, políticamente, y marginar una inmensa mayoría del pueblo. Esta es la voz de la Iglesia, hermanos. Y mientras no se le deje libertad de clamar estas verdades de su evangelio, hay persecución. Y se trata de cosas sustanciales, no de cosas de poca importancia. Es cuestión de vida o muerte para el Reino de Dios en esta tierra”. (Homilía del 24 de julio de 1977).

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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