lunes, 14 de agosto de 2017

COMPRENDIENDO LA PALABRA 140817

San Ambrosio (c. 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia 
Comentario del Salmo  48,14-15; CSEL 64, 368-370
Por su pasión, Cristo pagó nuestra deuda

      ¿Quién será tan poderoso hasta el punto de ofrecer por sí mismo una expiación que podría añadir algo a la que ofreció Cristo por nosotros, cuando reconcilió el mundo con Dios por su sangre? ¿Hay una víctima mayor, más generoso sacrificio, mejor abogado que Jesús que intercede por los pecadores y que ha dado la vida por nuestra redención?

      Así, pues, ya no hay que ofrecer ninguna expiación o rescate por nosotros, ya que el rescate de todos es la sangre de Cristo, Nuestro Señor, la única que nos reconcilió con el Padre. Jesús consumió su obra hasta el final ya que tomó sobre si nuestros sufrimientos y dice: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.” (Mt 11,28) ... El hombre no puede dar nada como rescate para su salvación porque ha sido purificado una vez por todas del pecado, gracias a la sangre de Cristo. Pero el hombre no está eximido de los esfuerzos para observar los preceptos de la vida y de la observancia de los mandamientos del Señor. Mientras vivimos estaremos sujetos a los padecimientos, perseveraremos en ellos para vivir eternamente, liberados ya de la muerte definitiva gracias a la redención del Señor.


No hay comentarios:

Publicar un comentario