No importa que hagamos todas las buenas acciones posibles: si no perdonamos a nuestro semejante, nada hacemos.
El cristiano que ama a todos sus semejantes y que, sobre todo, perdona a quienes le han ofendido, merece ser recompensado por parte de Dios. Porque no importa que hagamos todas las buenas acciones posibles: si no perdonamos a nuestro semejante, nada hacemos. ¡Somos un cero a la izquierda... nada! ¡Amor, hermanos míos, amor es lo que Dios nos pide!
El anciano Porfirio decía: “Cristo vive en el alma de los verdaderos cristianos, esos que aman a todos sus semejantes, incluso a sus enemigos”. Mientras nuestro endurecido corazón siga vacío del amor de Cristo, no podremos hacer nada. Seguiremos siendo como barcos a la deriva, sin combustible, sin motor. Pensemos siempre en Cristo, con amor, y nuestro corazón saltará de alegría.
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