"No le teman a la cruz de la renuncia a sí mismos y de la cruficixión del “yo”; el peso completo de la cruz fue ya alzado por nuestro Señor, solo, y a nosotros nos quedan sus consoladores frutos".
Cuántas formas nos ofrece —especialmente en los días de ayuno— la Santa Iglesia de Dios, para mantener inspirada y atenta nuestra mente, en el esfuerzo de agradarle a Él y salvar nuestra alma! Hace pocos días, la Iglesia nos recordaba la necesidad de honrar y venerar la Cruz del Señor, diciéndonos: "No le teman a la cruz de la renuncia a sí mismos y de la cruficixión del “yo”; el peso completo de la cruz fue ya alzado por nuestro Señor, solo, y a nosotros nos quedan sus consoladores frutos". Ahora nos recuerda la escala que lleva al Cielo, nos muestra el ejemplo de San Juan Climaco y nos describe la felicidad misma en la parábola evangélica de las Bienaventuranzas. Ella nos dice, hoy, a cada uno de nosotros: "No eludan el sacrificio; vean qué final feliz les espera a los que se esfuerzan y llénense de coraje; pónganse en movimiento, corran... apresúrense, con tal de alcanzar ese objetivo". En ese sentido, la Iglesia hace lo mismo que los que organizan competencias. Estos ofrecen premios a los que superen a los demás, para que cada uno sienta el estímulo de esforzarse. Lo mismo hace la Iglesia: nos muestra la felicidad verdadera y nos exhorta “¿Quieres esa felicidad? Esfuérzate”. Sin esfuerzo, sin sacrificio, no podremos recibir nada.
(...) La enfermedad de la que sufrimos casi todos, la auto-indulgencia y la tendencia a mimar nuestro cuerpo, es completamente inadecuada para alguien que busca y espera alcanzar el Reino de Dios. ¿Quieres llegar ahí? No consientas a tu cuerpo. Si te preocupas tanto por él, no recibirás el Reino. Pero, ya que no nos gusta la forma de vida que somete el cuerpo, ¡con qué ahínco buscamos las formas de evitarla! Por ejemplo, ahora que estamos en período de ayuno... ¿quién lo practica de la forma debida? Unos no sienten ningún interés en hacerlo, otros ayunan de un modo que no representa ningún esfuerzo para el cuerpo... ¡Y cómo nos justificamos en tales actitudes!
(Traducido de: Sfîntul Teofan Zăvorîtul, Predici)
fuente Doxologia
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