jueves, 21 de septiembre de 2017

Meditación: Mateo 9, 9-13


San Mateo, Apóstol y Evangelista

“Sígueme.” él se levantó y lo siguió. (Mateo 9, 9).

¿Qué habrá pensado Mateo cuando Jesús pasó a su lado y le dijo “Sígueme”? Era recaudador de impuestos y probablemente no gozaba del aprecio de su propia familia ni de sus vecinos. Sus colegas del oficio eran conocidos por maquinar fórmulas para estafar a los ingenuos contribuyentes y llenarse los bolsillos, y es muy posible que Mateo hiciera lo mismo, por lo que suponemos que se trataba de un hombre solitario que se procuraba dinero ilícito para compensar la falta de amigos desinteresados.

Pero, luego aparece Jesús, que le ofrece su invitación y él la acepta. Lo que sigue en el Evangelio es que ambos están cenando en compañía de otros publicanos. Quizás esta es la clave: Mateo ve que Jesús no lo critica ni lo discrimina, algo que nadie había hecho en mucho tiempo.

Jesús es compasivo y ve que este hombre ha sido criticado y rechazado por todos, por eso le da señas de que quiere conocerlo a él y a sus colegas. Es un mensaje eficaz: “Quiero conocerte. Estoy dispuesto a relacionarme contigo y tus amigos. Vamos a cenar.” Esta afirmación es capaz de transformar la vida de alguien, y ciertamente lo hizo en el caso de Mateo.

Piensa en todas las personas que fueron tocadas por la compasión genuina y personal de Jesús, dos de las cuales eran conocidas como adúlteras: la mujer junto al pozo de Jacob, que fue allí seguramente para evitar las murmuraciones de sus vecinas, y la otra mujer a la que salva de ser apedreada. Ambas vivían avergonzadas hasta que Jesús se les aproximó. Además, podemos pensar en el otro publicano, Zaqueo, el buen ladrón y muchos más. Jesús nunca se preocupaba de que lo criticaran y más bien miraba a las personas a los ojos y les demostraba bondad y aceptación. Aceptaba a todos, en lugar de rechazarlos o condenarlos.

Teniendo presente esta increíble realidad, piensa que Jesús pasa por el lugar donde tú estás la mayor parte del día: tu lugar de trabajo, tu casa u otro lugar. Al pasar, te mira y te sonríe; él ve todas tus imperfecciones y pecados, pero quiere que pases tiempo con él. De hecho, quiere conocerte mejor y ser tu amigo.
“Señor Jesús, me asombra tu gran amor y tu buena disposición hacia mi persona. Gracias por no discriminarme y querer ser mi amigo.”
Efesios 4, 1-7. 11-13
Salmo 19(18), 2-5

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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