Guarda en tu interior, con todo cuidado, el tesoro de los dones. De lo contrario, los perderás y no los podrás ya encontrar.
No abras tu corazón, si no es absolutamente necesario. De entre un millar, no sabes si podrías encontrar tan siquiera uno que sepa guardar tu secreto. Y si nosotros mismos no somos capaces de guardarlo en nuestra alma, ¿cómo podríamos esperar que otros lo hagan?
Con el hombre simple debes hablar sobre cosas sencillas, pero con el que es rico en sabiduría espiritual debes hablar sobre las cosas eternas.
Estos últimos valoran la forma de ser de su prójimo de acuerdo a las Santas Escrituras, para saber si lo que éste dice concuerda con la voluntad de Dios. Sólo entonces se atreven a dar su opinión.
Cuando te halles en el mundo, rodeado de muchos, no hables de las cosas del alma, sobre todo si observas que los demás no tienen el deseo de escucharte. En este caso, debes seguir las enseñanzas de San Dionisio Aeropagita, quien dice: “Aquel que se ha deificado por medio del conocimiento de las cosas divinas, y conserva en misterio la santa sabiduría frente al pueblo carente de luz (espiritual), que haga como si se hallara al mismo nivel que ellos, porque, como dice la Escritura, no es bueno echar las perlas del entendimiento divino a los cerdos, porque son un ornamento puro, luminoso y de gran valor”.
Por eso, guarda en tu interior, con todo cuidado, el tesoro de los dones. De lo contrario, los perderás y no los podrás ya encontrar. Pero cuando sea realmente necesario o cuando se discuta de cosas espirituales, entonces sí que debes abrir tus labios y hablar abiertamente para enaltecer a Dios, como dicen aquellas palabras: “Porque el camino ahora está abierto”.
(Traducido de: Sfântul Serafim de Sarov, Viața, nevoințele și învățăturile, Editura Mănăstirea Shihăstria, pp. 377-378)
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