"Muchas veces el enemigo nos insinúa que no podemos continuar comulgando porque nos confesamos y constantemente caemos en el mismo pecado. ¡Eso es tentación! El sabe que el remedio es la Eucaristía. Esto no significa que puedes comulgar en pecado. Comulga para vencer el pecado!
Muchas personas dicen: "Ya confesé el mismo pecado, no quiero sentir vergüenza y estar confesando siempre lo mismo". No digas eso, no es vergonzoso tratar una herida hasta que ella esté curada por completo. Esas ideas son artimañas del tentador.
Cuando estamos en tratamiento médico, hasta tanto no estamos curados, volvemos una y otra vez al consultorio. Podemos incluso hasta cambiar de médico, pero continuamos tomando los medicamentos hasta curarnos completamente.
Con el pecado, que es enfermedad del alma, precisamos actuar así también: confesar cuantas veces sea necesario y comulgar frecuentemente porque la cura del pecado es más difícil que la sanación de las enfermedades y dolencias físicas.
Necesitamos de dos sacramentos: Eucaristía y Penitencia.
Confiesa y comulga aunque te sientas flaqueza o tentación. Mientras no peques gravemente, comulga sin miedo. Es el mismo proceso que se usa para el tratamiento de una herida: limpiamos primero, después colocamos el remedio. Así debe ser con la herida del alma: limpiarla por medio de la Confesión y enseguida medicarla con la Eucaristía para curarla."
Mons. Jonas Abib
libro: "Eucaristía nosso tesouro"
Editorial Canção Nova
21 edição - Pag. 24
Adaptación del original en português
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