lunes, 24 de febrero de 2014

El temor a Dios es el comienzo de su amor


Dr. Roque Savioli
Foto: Wesley/CN
Nunca había oído hablar de que existía algo que no tenía nombre, que existía un dolor sin nombre. En palabras del diácono Nelsinho ese dolor sin nombre es el dolor por la pérdida de un hijo.

El sufrimiento hace parte de nuestra vida. No podemos huir de eso, lo que no significa que debamos estar procurando sufrir. Cuántas y cuántas veces andamos atrás de falsos dioses. Y esos falsos dioses de barro no toman nuestras manos.

Un dolor sin nombre decíamos es aquel que acontece cuando perdemos un hijo, un amigo, una persona querida. Cuando lo escuche en la música de Nelsinho me sentí impulsado a escribir algunas informaciones para ayudar a las personas a vivir el dolor del luto.

El luto es una situación por la cual todos esperamos pasar, entendiendo ese "esperar" no como algo deseado, sino como un proceso natural, un proceso por el cual debemos pasar. Ese momento, esa situación puede ser enfrentada de manera normal y adaptada o de una forma inadaptada, que es cuando surgen las depresiones.

Todos sufrimos el luto, es algo común a todos, lo que necesitamos es enfrentarlo de manera natural. Lo que está errado es minimizarlo. La persona tiene que sentir, tiene experimentar el luto, tiene que llorar para seguir adelante en la vida. Como nos lo enseña la Palabra de Dios.

"Hijo mío, por un muerto, derrama lágrimas, y entona un lamento, como quien sufre terriblemente. Entierra su cadáver en la forma establecida y no descuides su sepultura. Llora amargamente, golpéate el pecho, y observa el duelo que él se merece, uno o dos días, para evitar comentarios, y luego consuélate de tu tristeza. Porque la tristeza lleva a la muerte y un corazón abatido quita las fuerzas. En la desgracia la tristeza es permanente, y el corazón maldice una vida miserable. No te dejes llevar por la tristeza, aléjala, acordándote de tu fin. Nunca lo olvides: ¡no hay camino de retorno! Al muerto, no podrás serle útil y te harás mal a ti. "Recuerda mi destino, que será también el tuyo: ayer a mí y hoy a ti". Ya que el muerto descansa, deja en paz su memoria, y trata de consolarte, porque ha partido su espíritu."
Eclesiástico 38,14-23

Existen personas que se esfuerzan por no demostrar dolor de luto; eso es una tremenda tontería! Las lágrimas son una manifestación importantísima, con ella las personas clamamos por cariño y por amor. Es algo natural quedar triste o con rabia de la persona que murió. La persona enlutada queda, muchas veces, con rabia de sí mismas al pensar que no hizo lo suficiente por el otro, que no realizó lo necesario para que ése ser querido no muriese. Con todo, muchas veces la muerte llega por falta de cuidados, porque cuidó su salud.

Es común ver mujeres dependientes de sus maridos entrar en depresión cuando estos fallecen, porque dependían en exceso de ellos. Tenemos que estar preparados para la muerte porque un día eso sucederá, precisamos saber que tenemos un fin.
Nada resuelve preguntar ¿por qué murió?, preguntar por qué es una pregunta del maligno, necesitamos preguntar "para qué".

Muy común también es el sentimiento de culpa, la autocensura y el remordimiento. La persona queda paralizada pensando: "si yo la hubiese llevado al médico"; "si yo no la hubiese dejado ir"... No podemos culparnos ni culpar a Dios por la muerte de nadie. Dios no pisa el acelerador del auto de nadie, ni martilla el gatillo de un revolver, ni... ¡Dios no hace nada de eso!

"Deus não é o culpado dos nossos sofrimentos!", destaca Dr. Roque
Foto: Wesley/CN

En el luto es natural la ansiedad, la persona suda frío, tiene palpitaciones. Una acción que puede ayudar es retirar de la casa las pertenencias del fallecido, cerrar la puerta del cuarto. Porque quedarse oliendo la ropa de la persona querida nada resuelve, eso es un luto complicado. Soledad y sensación de desamparo siempre vienen en el momento del luto, por eso es importante la compañía, la presencia de la familiar.

El luto crónico es un caso patológico, en el cual la persona pasa la vida de negro, enlutada y no hace nada en su vida. Algunos tipos de depresión ocurren por causa de ese tipo de luto complicado.

Un punto muy importante de la depresión también son las alucinaciones. Un familiar muere, la persona se desespera por saber dónde el fallecido fue y procura saber eso a través del espiritismo. Nosotros que somos católicos no creemos en eso. Nuestra creencia no precisa de explicaciones, nosotros vivimos de la fe! Nada resuelve andar buscando al que partió por aquí o por allí.

Quiero hablar de las "María de Nazareth", de las madres que viven ese dolor sin nombre. Una de esas mujeres tiene un nombre concreto es Doña Nazaré, mamá del querido padre Léo (sacerdote fundador de las comunidades de recuperación de drogadependientes y fallecido de cáncer), una mujer de fe, siempre con el Rosario en sus manos, sin dejarse abatir, sin entristecerse.

Si eres una de ellas, si estás pasando por el dolor de la pérdida de un hijo, si has perdido a tu mamá o tu marido, sigue ese ejemplo, asegúrate de las manos de Dios. Cuando pasamos por una pérdida necesitamos agarrarnos a la Palabra de Dios. Dios no es el culpable de nuestros sufrimientos. El no quiere que padezcamos.

Cuando las personas dicen que están oyendo a alguien que ya murió, la mayor parte de las veces está oyendo la voz del inconsciente. 

Yo no era católico y me envolví en el espiritismo durante un tiempo de mi vida. Gisela, mi esposa, tampoco tenía religión, ni sabía rezar el Ave María. Cierto día, Gisela fue a un grupo de oración y volvió diferente. Después me llamó para ir con ella y yo también fui. Uno de esos días fui a la Santa Misa y allí me encontré con Jesús. El evangelio era la "parábola de los talentos", ese pasaje bíblico me incomodó, percibí que estaba viviendo de modo  contrário a los propósitos que tenía dentro de mi mismo, pues estaba enterrando mis talentos. Yo criticaba a las personas que decía oír a Dios llamándolas. Durante la consagración, en aquella misa, cuando la hostia era levantada, oíu a Jesús llamándome: "Ven!" me decía.
Yo le respondí: "voy".
No podía ni comulgar, pero me levanté y comulgue de tan fuerte que era aquella voz que me llamaba y mi vida cambió radicalmente.

Dr. Roque Savioli 
Cardiólogo, escritor de varios libros de la Editora Canção Nova.
Transcripción y adaptación al português: Rogéria Nair
Traducción adaptada al español
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