jueves, 27 de febrero de 2014

El cambio de estación

NuevoTiempodentroLa intensidad de los acontecimientos


La seca y el calor, o la lluvia y el frío, nos hacen experimentar, de una forma más intensa, el fenómeno natural del cambio de estación. A menudo, el contraste impresiona. La naturaleza sabe sorprendernos. De un momento para otro, de la angustia se pasa al alivio.
Cuando finalmente aparece la estación de las lluvias, la naturaleza reencuentra sus energías y se abren nuevas posibilidades de comenzar a lanzar semillas. Lo que pasa en la naturaleza puede acontecer también con la Iglesia, puede acontecer con la sociedad. Necesitamos estar atentos a la ”estación propicia”.

En estos días se esta completando un año de la renuncia del Papa Benedicto XVI y de la elección del Papa Francisco. Si activamos nuestra memoria y miramos lo que pasó en este año, nos damos cuenta de la intensidad de los acontecimientos y de la fuerza que los aglutina como frutos de una inesperada primavera eclesial.

Basta recordar el impacto positivo provocado por la renuncia de Benedicto XVI. Sobretodo, el impacto que tuvo la elección del Papa Francisco, con sus gestos iniciales, cargados de simbolismo, señalando la retomada del impulso renovador provocados por el Concilio, pero que vino perdiendo fuerza ante las dificultades de su implementación.

De hecho, podríamos decir que comenzó una nueva estación para la Iglesia. Sobretodo por la figura, por la fuerza moral y por el testimonio del Papa Francisco. Él tuvo la gran intuición para relanzar el proyecto de renovación de la Iglesia, teniendo en cuenta los esfuerzos ya hechos, pero contando también los vientos favorables del momento que la Iglesia pasó a vivir a partir de la inesperada renuncia del Papa Benedicto y también de la elección de Francisco.
Al igual que con la naturaleza, la fuerza de renovación brota desde dentro, pero la cosecha depende mucho de lo que el agricultor siembra, en el tiempo oportuno, favorecido por las circunstancias, en el clima propicio de la nueva estación.

Ya pasó un año de este nuevo ciclo que la Iglesia está viviendo. Se esperan para este segundo año algunas iniciativas de orden mas estructural. Ellas servirán de aliento para cambios mas significativos de la organización de la Iglesia, tratando de incentivar su misión de ser portadora del mensaje evangélico para todas las personas, en cualquier situación que se encuentren.

Comparando ahora con la situación de la sociedad, parece tener un claro contraste. Corresponde a la sabiduría política orquestar los acontecimientos, de forma que se valorize lo que existe de positivo y se cohiba lo que perjudica el bien común. Lo que no podemos es dejar que las cosas ocurran para, después, correr atrás del perjuicio. Como en la agricultura, si dejamos la naturaleza por sí mismo, la plaga acaba tomando cuenta de todo.

Somos llamados a ser buenos agricultores. Cuidemos las buenas semillas y neutralicemos las plagas. Asumamos los valores. No permitamos que una primavera se transforme en invierno, ni un invierno en primavera.

Adaptación de un texto de
Monseñor Demetrio Valentini
Bispo de Jales


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