Es lo propio del Cuerpo y Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, ser remedio eficaz para el cuerpo y para el alma.
Al comulgar el Cuerpo del Señor descontaminamos nuestro cuerpo y nuestra alma; y nuestros pensamientos, sentimientos, ideas y fantasías son purificadas.
La descontaminación acontece por la Eucaristía.
Además de recibir a Jesús Eucarístico es necesario adorarlo en el Santísimo Sacramento.
¡Sé un adorador!
Si por motivos diversos no puedes permanecer mucho tiempo en adoración, pasa por lo menos cinco minutos por día delante de Jesús en el Sagrario.
Adorar al Señor es reconocerlo como Dios, como el Creador y el Salvador, el Señor es Maestro de todo lo que existe, el Amor infinito y misericordioso.
"Adorarás al Señor tu Dios, y sólo a él prestarás culto" (Lucas 4,8) dice Jesús citando el libro del Deuteronomio (6,13)
Tu hermano,
Monsenhor Jonas Abib
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