Lo que no podemos cambiar, debemos aceptar
Los santos decían que hay dos tipos de martirio: el de la muerte por la espada; y de la muerte por la paciencia. La paciencia es una forma de martirio que vence todo sufrimiento. No hay barrera espiritual que no caiga por la fuerza de la paciencia, la cual es fruto de la fe, de la humildad y del abandono de la vida en Dios.
Fue por la paciencia que la Iglesia venció a todos los enemigos hasta hoy: el Imperio Romano, las heridas, las persecuciones, el consumismo, el ateísmo, los pecados de sus hijos, entre otros.
Cuando nuestros pecados y nuestras flaquezas nos asustan y nos desaniman es necesario tener paciencia también con nosotros y aceptar nuestra dura realidad. Cuando es difícil caminar de prisa, entonces, es necesario tener paciencia y aceptar caminar despacio. José y María salvaron al niño Jesús de las manos de Herodes yendo paso a paso hasta Egipto por un largo desierto de 500 km.
La paciencia del cristiano no es vacía, ni significa inmovilidad o resignación mórbida, tampoco pérdida de tiempo. No. Es la certeza de que todo está en las manos de aquel que todo lo puede. “Un espíritu paciente vale más que un espíritu orgulloso.
Lo que no podemos cambiar en nosotros o en los otros, debemos aceptar con paciencia, hasta que Dios disponga de las cosas de otro modo. ¡Nadie pierde por esperar!
María, nuestra Madre, es la mujer de la paciencia. Siempre supo esperar para cumplir el designio de Dios, sin ahogarse, sin gritar, sin reclamar… La paciencia es amiga del silencio y de la fe. Y la paciencia que nos llevará al cielo.
“Hijo, si te llegas a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. Endereza tu corazón, mantente firme, y no te aceleres en la hora de la adversidad. Adhiérete a él, no te separes, para que seas exaltado en tus postrimerías.” (Si 2, 1-3)”Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y en los reveses de tu humillación sé paciente .Porque en el fuego se purifica el oro, y los aceptos a Dios en el honor de la humillación” (Sil 2, 5-6)
Muchas veces, la voluntad de Dios permite que las cruces nos alcancen; bajemos la cabeza con humildad y paciencia. Muchos están listos para hacer la voluntad de Dios en el “Tabor de la transfiguración”, pero pocos en el “Calvario de la crucifixión”. Seamos como Nuestra Señora, que dice “Si” en el momento de la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo, pero lo mantuvo en su Presentación, en la fuga para Egipto, en el Pretorio, en la persecución al Señor, en el camino al calvario y también a los pies de su cruz.
Besar, agradecidos, esta mano invisible que, muchas veces, permite que seamos heridos, agrada a Dios y nos atrae las bendiciones del Cielo.
Para meditar: Enseñanzas de Santos Doctores:
San Alfonso: “En este valle de lágrimas no puede tener la paz interior sino quien recibe y abraza con amor los sufrimientos, teniendo en vista agradar a Dios“. Según el “esa es la condición en la que estamos reducidos en consecuencia de la corrupción del pecado“.
San Juan Crisostomo: “Es mejor sufrir que hacer milagros, ya que aquel que hace milagros se vuelve deudor de Dios, pero en el sufrimiento Dios se hace deudor del hombre”
San Agustín: “Cuando se ama no se sufre, y si sufrimos, amemos el sufrimiento”.
“El martirio no depende de la pena, pero sí de la causa o del fin por el cual se muere. Podemos tener la gloria del martirio, sin derramar nuestra sangre, con la simple aceptación heroica de la voluntad de Dios”.
San Francisco de Sales: “Las cruces que encontramos por el camino son excelentes, y que lo son más aun- y tanto más cuanto más inoportunas- las que se encuentran en casa”.
Santa Teresa de Ávila: “Nada te perturbe; nada te espante. Todo pasa, solo Dios no cambia; la paciencia todo lo alcanza. ¡Quien tiene a Dios nada le falta: Solo Dios Basta!”.
Prof. Felipe Aquino
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