Algunas personas miran a ese y otros juegos con cierto puritanismo, encontrando que se trata de algo inmoral. El Catecismo de la Iglesia Católica, en tanto, esclarece que "Los juegos de azar (de cartas, etc.) o las apuestas no son en sí mismos contrarios a la justicia" CIC 2413
Dicho esto hay que decir que existen matices que necesitan ser considerados.
Antes que nada importa definir lo que es la lotería. Se trata de un contrato en que los participantes, mediante el pago de un valor irrisorio, contrata el derecho de competir por un premio mucho mayor que el valor que apostó, de manera que el número de personas contratantes determinan el valor del premio a ser sorteado. La rifa, el bingo y la tómbola son juegos parecidos y el juicio moral acerca de ellos es prácticamente el mismo.
A la parte legislativa civil y penal específica de cada país, qué decir de las loterías, bajo la óptica de la moral católica?
Para que sean moralmente lícitos es necesario observar algunos puntos, primero, en relación a quien organiza esos juegos, después, en relación a quien participa de ellos.
En lo que respecta a los organizadores es importante que no cometan fraudes, porque eso significa engañar a las personas que hicieron la apuesta; y que no halla para ellos una recompensa muy alta, lo que sería una forma de aprovecharse de las personas y de su voluntad de ganar un premio. Es lo que acontece por ejemplo con algunos juegos que aunque aceptados por las legislaciones continúan siendo inmorales pues enriquecen ilícitamente a las personas que lo organizan. La lotería solo puede ser una fuente de alto rendimiento en el caso que sea realizada por iniciativa privada, sea destinada a obras de caridad o, en el caso de ser organizada por el gobierno, funcione como una especie de "impuesto voluntario", por el cual las personas dan su dinero al poder público sabiendo que él será destinado a alguna finalidad previamente estipulada.
Por parte de los apostadores, importa que no se priven "de aquello que es necesario para suplir sus necesidades" -lo que es más común en juegos de azar que en lotería, a menos que se apuesten muchos billetes de una sola vez; y que vigilen para no volverse adictos a esos juegos. Excluídas esas dos hipótesis, es moralmente aceptable apostar en la lotería.
Todavía, más allá de la cuestión de lo moralmente permitido, es necesario preguntar si es aconsejable espiritualmente apostar en esos juegos. Por detrás de las apuestas, muchas veces hay una actitud espiritual enferma que, más allá de alimentar la ambición por las riquezas, hace a las personas disminuyan su amor por el trabajo y aumenten su vida ociosa, con la esperanza de que su sustento caiga mágicamente de los cielos, sin que ellas hagan nada para conseguirlo.
Apostar en la lotería, generalmente, no es pecado. Pero eso no significa que no debamos precaver espiritualmente, cuidando de una relación honesta y saludable con las riquezas. La ilusión de una vida ociosa y de la riqueza fácil puede hacer olvidar que el camino de la santificación pasa justamente por el trabajo y que el propio Señor exaltó la pobreza de espíritu como una bienaventuranza: "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos" cfr. Mt 5,3
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
2413 Los juegos de azar (de cartas, etc.) o las apuestas no son en sí mismos contrarios a la justicia. No obstante, resultan moralmente inaceptables cuando privan a la persona de lo que le es necesario para atender a sus necesidades o las de los demás. La pasión del juego corre peligro de convertirse en una grave servidumbre. Apostar injustamente o hacer trampas en los juegos constituye una materia grave, a no ser que el daño infligido sea tan leve que quien lo padece no pueda razonablemente considerarlo significativo.
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