¡Buen día, Espíritu Santo!
Cuando la puerta de un nuevo día se abre,
cuando las ventanas dejan colarse las primeras luces,
vengo a pedirte la Gracia de Tu Presencia en mi vivir.
Mi vida aún tiene oscuridades y penumbras,
y yo hoy, aquí te digo: necesito cerrar esas puertas.
Necesito dejar atrás todas esas tinieblas.
Dame Tu Luz,
la Luz que aclara los sentidos,
la Luz que ilumina los pensamientos,
la Luz que revela lo oculto,
que ilumina mi conciencia,
La luz que da nuevo entendimiento
y me permite reconocerte.
Enséñame a amigarme con la claridad,
desligarme de las mentiras y medias verdades,
de lo superfluo, lo escabroso, lo indigno, lo injusto.
Dame la gracia de un corazón respetuoso,
de un mirar más puro,
de un sonreír más sincero.
Ven y hazte presente en mi caminar,
reorienta mis pasos,
encamina mis deseos,
frena mis pasiones,
amansa mis rebeldías,
libérame de toda mezquindad.
¡Amén!
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