martes, 10 de marzo de 2015

EL SEÑOR SANA EN LA EUCARISTÍA

El P. Roberto de Grandis en su libro "Sanados por la Eucaristía" escribió: "Cuanto más fuerte sea la presencia de Jesús, habrá más sanaciones. Y la presencia más grande del Señor, la tenemos en la Eucaristía.

Es mucho más fuerte que imponer las manos, mucho más fuerte que ungir con aceite, mucho más fuerte que predicar la Palabra. La presencia de Jesús en la Eucaristía, es la presencia absoluta.

El momento más grande de sanación es el momento de la comunión. Confieso que, después de veinticinco años en el ministerio de sanación, es ahora cuando estoy empezando a ver la realidad de lo que digo: El Señor sana en la Eucaristía.

Conocí a una mujer que estaba embarazada y el médico le dijo que tenía que abortar; porque el niño estaba completamente deforme. Fue a la iglesia. Durante la misa pidió fuerza para poder aceptar a ese niño y, cuando el sacerdote elevaba la hostia sintió un poder grande dentro de ella y una gran paz.

El médico insistía en que tenía que abortar. Siguió yendo diariamente a misa, y tuvo una niña perfectamente normal. Ya ha cumplido los siete años y la están preparando para su primera comunión".

Cuando las madres embarazadas comulgan, en alguna medida hacen comulgar a su hijo, y la unión de Jesús con la madre es también unión con su hijo. Esa es una linda manera de entregarlos a Jesús, de consagrárselos antes de nacer. La comunión será una fuente enorme de bendiciones y de sanación para su hijo, que puede ser afectado por traumas antes de su nacimiento. Y, en caso de que los pierdan, será una tranquilidad para ellas saber que ya estaban en las manos de Jesús y consagrados a El.

Pues bien, ahí está Jesús ¿qué esperamos para comulgar? ¿qué esperamos para ir a pedirle la salud de nuestros seres queridos? "A los que honran su Nombre, les brillará el sol de justicia (Cristo) que lleva la salud en sus rayos" (Mal 3,20). Dejémonos bañar por la luz divina, que sale del sagrario, y que también es salud para nuestros cuerpos y nuestras almas.

Por esto, en cada sagrario deberíamos colocar un letrero que dijera más o menos así: "Aquí se cura el alma y el cuerpo. Aquí está Jesús, médico de cuerpos y almas. Aquí hay vida, salud, alegría y paz".

En el sagrario está Jesús, que es la luz del mundo y que trae la vida al mundo. ¿Podemos imaginarnos un mundo sin luz? Sería u mundo sin vida. Supongamos que el sol se apagase repentinamente, a los ocho minutos no habría luz en la tierra y empezaría a agonizar vida y, poco a poco, el frío y el viento helado congelaría todo. Se extinguiría toda la vida por falta de luz y calor y sería la muerte total.

Pues esto es lo que le pasa a quien no tiene la luz de Cristo, luz del mundo (Cf Jn 8,12). Él vino a traernos vida y vida en abundancia (Cf Jn 10,10). Por eso, no es de extrañar que el Bto Manuel Domingo y Sol gritara "Para mí la vida es Cristo en el Santísimo sacramento".

El mismo S. Pablo decía: "Para mí la vida es Cristo". S. José de Cotolengo aconsejaba la comunión diaria a los médicos y enfermeras antes de las operaciones y les decía: "La medicina es una gran ciencia, pero Jesús es un médico más grande". El puede curar sin intermediarios.

La Sra. Guadalupe Carmen Romero, mexicana, tenía una enfermedad especial y no podía comer alimentos que tuvieran trigo, avena, centeno, cebada, etc. Si tomaba pan o una hostia sin consagrar, le venían graves trastornos orgánicos. Sin embargo, todos los días recibía la hostia en la comunión y no le pasaba nada

¡Qué diferencia entre un poco de pan y recibir a Cristo Eucaristía!

Pues bien, Él sigue esperándonos en el sagrario... Y sigue pasando y curando.

Acércate a El y verás milagros en tu vida. Recuerda lo que dice el Evangelio: "Se le acercó una gran muchedumbre, en la que había cojos, mancos, ciegos, mudos y muchos otros enfermos, que se echaron a sus pies y los curó" (Mt 15,30).

Vete tú también,a postrarté a sus pies y no quedarás defraudado. El es un amigo que nunca falla. Un saludo cordial en Jesús Eucaristía, el Amigo que siempre te espera, y en María, Madre de Dios y Madre nuestra.

José Luis Elizalde

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