domingo, 15 de marzo de 2015

FUERZA EN LA FRAGILIDAD, ALEGRÍA EN LA TRISTEZA



La gracia de Dios se manifiesta en medio de nuestra lucha –es socorro para nuestra fragilidad. El poder de Dios se afirma en nosotros cuando estamos impotentes y sin condiciones de seguir adelante.
Cuando ya no podemos más nada y no sabemos más qué hacer, Dios derrama sobre nosotros un consuelo sobrenatural como fuerza para nuestra debilidad y remedio para nuestro sufrimiento. En medio de todas esas tribulaciones, hacemos una experiencia carismática que nos llena de profunda alegría espiritual.
Qué gran gracia es el don de lágrimas, esto es, la gracia que Dios concede a una persona de derramar sobre sus pecados, lágrimas de contrición que, en su intimidad, van transformándose en lágrimas de amor y de alegría por causa del corazón nuevo que Dios mismo le da.
Jesús cuenta que  «Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de herencia que me corresponde". Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros".
Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.
El joven le dijo: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo". Pero el padre dijo a sus servidores: "Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos,porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado". Y comenzó la fiesta.”  Lucas 15 11 24

Esta historia Jesús nos la cuenta para decir que el Padre de los cielos tiene los brazos siempre abiertos para recibir de vuelta a los que lo abandonan. Abrazando al joven, el Padre dice que él estaba muerto y revivió. San Agustín explica que, cuando el alma abandona el cuerpo, sucede la muerte física.


Cuando el alma abandona a Dios, se da una muerte espiritual. Pero por las lágrimas y por el abrazo misericordioso del Padre, un alma que estaba muerta vuelve a vivir. Dios mismo le devuelve la paz y la alegría. Así como hizo con el hijo pródigo, Dios toma en los brazos a la persona destruida por el desánimo y por la tristeza y la restaura enteramente. Jamás será el mismo aquel que, habiendo experimentado el infierno en su alma, encontró de nuevo el cielo en el regazo del amor de Dios. En los brazos del Padre, el hijo llora no solamente por sus pecados, sino principalmente por la dulce experiencia del perdón. Ya no sabe decir si llora por causa de sus propias heridas y pobreza, o si llora por causa del excesivo amor de Dios, que lo abraza y lo cura de su enfermedad. Así es el amor de Dios: recibe de vuelta a quien no merece perdón; se entrega por entero a quien lo despreció.

Márcio Mendes
Libro "O dom das lágrimas"
editora Canção Nova
adaptación del original en português

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