SEPTIMO Domingo.
+En el Nombre del Padre +y del Hijo +y del Espíritu Santo.
Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
para todos los domingos.
¡Dios y Señor mió, en quien creo, en quien espero y a quien amó sobre todas las cosas! al pensar en lo mucho que has hecho por mí y lo ingrato que he sido yo a tus favores, mi corazón se confunde y me obliga a exclamar: ¡ Piedad, Señor, para este hijo rebelde y perdóname los extravíos, que me pesa de haberte ofendido, y deseo antes morir que volver a pecar. Confieso que soy indigno de esta gracia; pero te la pido por los méritos de Tu padre nutricio San José. Ya Vos, gloriosísimo abogado mío, recíbeme bajo tu protección, y dame el fervor necesario para emplear bien este rato en obsequio Tuyo y utilidad de mi alma. Amén.
Ofrecimiento
Glorioso Patriarca San José, eficaz consuelo de los afligidos y seguro refugio de los moribundos; dígnate aceptar el obsequio de este Ejercicio que voy a rezar en memoria de tus siete dolores y gozos. Y así como en tu feliz muerte, Jesucristo y su madre María te asistieron y consolaron tan amorosamente, así también Vos, asísteme en aquel trance, para que, no faltando yo a la fe, a la esperanza y a la caridad, me haga digno, por los méritos de la sangre de Nuestro Señor Jesucristo y tu patrocinio, de la consecución de la vida eterna, y por tanto de tu compañía en el Cielo. Amén.
Primer dolor y gozo
Esposo de María, glorioso San José, ¡qué aflicción y angustia la de tu corazón en la perplejidad en que estabas sin saber si debías abandonar o no a tu esposa! ¡Pero cuál no fue también tu alegría cuando el ángel te reveló el gran misterio de la Encarnación!
Por este dolor y este gozo te pedimos consueles nuestro corazón ahora y en nuestros últimos dolores, con la alegría de una vida justa y de una santa muerte, semejante a la tuya asistidos de Jesús y de María.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Segundo dolor y gozo
Bienaventurado patriarca glorioso San José, escogido para ser padre adoptivo del Hijo de Dios hecho hombre, el dolor que sentiste viendo nacer al Niño Jesús en tan gran pobreza, se cambió de pronto en alegría celestial al oír el armonioso concierto de los ángeles y al contemplar las maravillas de aquella noche tan resplandeciente.
Por este dolor y gozo alcanzanos que después del camino de esta vida vayamos a escuchar las alabanzas de los ángeles y a gozar de la gloria celestial.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Tercer dolor y gozo
Ejecutor obediente de las leyes divinas, glorioso San José, la sangre preciosísima que el Redentor Niño derramó en su circuncisión te traspasó el corazón, pero el nombre de Jesús que entonces se le impuso, te confortó llenándote de alegría,
Por este dolor y por este gozo alcanzanos el vivir alejados de todo pecado, a fin de expirar gozosos con el nombre de Jesús en el corazón y en los labios,
Padrenuestro, Avemaría y Gloria,
Cuarto dolor y gozo
Santo fiel, que tuviste parte en los misterios de nuestra redención, glorioso San José, aunque la profecía de Simeón acerca de los sufrimientos que debían pasar Jesús y María, te causó dolor, sin embargo te llenó también de alegría, anunciándote al mismo tiempo la salvación y resurrección gloriosa que de ahí se seguiría para un gran número de almas.
Por este dolor y por este gozo, consíguenos ser del número de los que por los méritos de Jesús y por la intercesión de la Virgen María han de resucitar gloriosamente.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria,
Quinto dolor y gozo
Custodio vigilante del Hijo de Dios hecho hombre, glorioso San José, ¡cuánto sufriste teniendo que alimentar y servir al Hijo de Dios, particularmente en la huida a Egipto!, ¡pero cuán grande fue tu alegría teniendo siempre con vos al mismo Dios y viendo derribados los ídolos de Egipto.
Por este dolor y por este gozo, alcanzanos alejar para siempre de nosotros al demonio, sobre todo huyendo de las ocasiones peligrosas, y derribar de nuestro corazón todo ídolo de afecto terreno, para que ocupados en servir a Jesús y María, vivamos tan sólo para ellos y muramos gozosos en su amor.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria,
Sexto dolor y gozo
Ángel de la tierra, glorioso San José, que pudistes admirar al Rey de los cielos, sometido a tus más mínimos mandatos, aunque la alegría al traerle de Egipto se turbó por temor a Arquelao, sin embargo, tranquilizado luego por el Ángel viviste dichoso en Nazareth con Jesús y María.
Por este dolor y gozo, alcanzanos la gracia de desterrar de nuestro corazón todo temor nocivo, de poseer la paz de la conciencia, de vivir seguros con Jesús y María y de morir también asistidos de ellos.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria,
Séptimo dolor y gozo
Modelo de toda santidad, glorioso San José, que habiendo perdido sin culpa tuya al Niño Jesús, le buscastes durante tres días con profundo dolor, hasta que lleno de gozo, le encontraste en el templo, en medio de los doctores.
Por este dolor y este gozo, te suplicamos con palabras salidas del corazón, intercedas en nuestro favor para que no nos suceda jamás perder a Jesús por algún pecado grave. Mas si por desgracia le perdemos, haz que le busquemos con tal dolor que no nos deje reposar hasta encontrarle favorable, sobre todo en nuestra muerte, a fin de ir a gozarle en el cielo y a cantar eternamente con Vos sus divinas misericordias.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Antífona
Jesús mismo era tenido por hijo de José, cuando empezaba a tener como unos treinta años. Ruega por nosotros, San José, para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
Oración Final
Oh Dios, que con inefable providencia, te dignaste elegir al bienaventurado José por esposo de Tu Santísima Madre, te rogamos nos concedas tener como intercesor en los cielos al que en la tierra veneramos como protector. Tú que vive y reinss por los siglos de los siglos. Amén.
MEDITACIÓN.
Quién podrá concebir lo acerbo del dolor de San José cuando al regresar del templo echó de menos A Jesús ? Consideren los que son padres, qué amargura sentirían en su alma al perder un hijo tierno y muy querido; y si ese hijo es el único, y si es la hermosura, la bondad, la sabiduría mismas, ¿qué palabras habrá que expresen lo sumo del padecimiento?
Quién podrá concebir lo acerbo del dolor de San José cuando al regresar del templo echó de menos A Jesús ? Consideren los que son padres, qué amargura sentirían en su alma al perder un hijo tierno y muy querido; y si ese hijo es el único, y si es la hermosura, la bondad, la sabiduría mismas, ¿qué palabras habrá que expresen lo sumo del padecimiento?
Madres ha habido que, habiendo desaparecido su hijo por sólo una hora, llegaron a perder el
juicio de dolor. Orígenes asegura que San José, en los tres
días que perdió al divino Jesús, padeció más que todos los
mártires; pero en aflicción tan grande ni murmuró, ni perdió
la paz del alma, ni la parte superior de su espíritu se vio
turbada por movimientos de impaciencia ó de tristeza
desordenada. Los dolores de María acrecentaban los del
santo Patriarca, y solícito y diligente buscó al divino Niño
noche y día, preguntando por él con las palabras del
Cantar de los Cantares:
«¿No habéis visto al amado de mi
alma? Conjuróos, oh hijas de Jerusalén, que si hallareis a mi
amado, le digáis cómo desfallezco de amor.»
A medida de tan grande pena fue el gozo que
experimentó San José, cuando halló al sapientísimo Niño en
el templo disputando con los doctores. Con qué ternura le
abrazaría bañado en lágrimas de amor y gratitud; con
qué palabras afectuosas le declararía los padecimientos de
su madre santísima y los suyos propios; con qué vigilante
cuidado le llevaría a la paterna casa, sin apartar los ojos
del tesoro infinito que acababa de recobrar.
¡Oh glorioso Patriarca Señor San José por este
dolor y gozo tuyo, alcánzanos a nosotros los pecadores
la gracia de buscar a Jesús con amor y dolor de perfecta
contrición; y la de hallarle para no perderle jamás,
mediante el don precioso de la perseverancia final.
Amén.
EJEMPLO.
De la venerable Sor Prudencia Zañoni, una de las
heroínas más eminentes en virtud, del orden de San
Francisco, se dice que después de haber venerado durante
su vida a San José, recibió en su muerte la gracia más singular que jamás hubiese podido desear; pues que en
ella, según cuenta su Vida, se le apareció el Santo y se le
acercó a la cama, llevando en sus brazos al Niño Jesús.
Es
imposible referir la abundancia de afectos que inundaron el
corazón de Prudencia. Baste decir que llegó a difundirse en
el corazón de aquellas religiosas compañeras que la
asistían, al oírla hablar, ya con el Santo anciano, ya con el
dulce Niño; con aquél, dándole gracias porque se había
dignado visitarla y hacerla disfrutar anticipadamente de la
gloria del paraíso: con éste, porque con tanta amabilidad
se había dignado invitarla a ir consigo a las celestiales
nupcias. En la actividad de las manos y del rostro se
conocía que San José había puesto en los brazos de su
devota el celestial Niño, concediéndole aquella muerte feliz
que tuvo él en los brazos de Jesús en su casa de Nazáret.
Obsequio
Conformidad con la voluntad de Dios.
Jaculatoria
Glorioso padre mío San José, ¡cuándo te contemplaré en el cielo¡
Jaculatoria
Glorioso padre mío San José, ¡cuándo te contemplaré en el cielo¡
Abundante fruto espiritual se sacaría de esta práctica de los Siete Domingos consagrados a honrar al excelso Patriarca Señor San José, si los obsequios y jaculatorias de cada domingo se practicaran con cuidado todos los días de la semana.
Para mas agradar al santo Patriarca, se puede rezar la letanía
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