Los "Bonsái" tienen, -tenian- para mi, un especial atractivo: La belleza de lo diminuto, el equilibrio de sus formas.
Cuando crecí el interés no decayó. Comencé un curso y así fui aprendiendo el arte de su cultivo.
Fue entonces que supe que aquello que consideraba bello era fruto de dolores, de podas y artilugios.
Un árbol no llega a ser bonsái si no tomas la decisión de cortar sus raíces.
Un bonsái no adquiere equilibrio y aspecto de vejez si no "manipulas" con alambres sus ramas.
Un bonsái no deja de crecer si no quiebras su posibilidad de crecimiento.
Hoy una vision tocó mi imaginación una y otra vez.
Era como si recordara mis viejos Bonsái.
¿que podría estar diciéndome el Señor en esa imagen?
Algo oculto quería, necesitaba ser descubierto.
Y así fue.
Comprendo que ese diminuto árbol era un reflejo de mi Fe.
Pequeña, y manipulada.
Descubrí que muchas veces había cortado mis raíces de crecimiento.
Descubrí que en numerosas oportunidades había quebrado la posibilidad de expandirme "hacia arriba".
Descubrí que mi belleza tenía muchas veces sabor a cosa artificial, manipulada por finos alambres que deformaban lo natural para darle un equilibrio grato sólo a mis ojos.
Y recordé sobre todo aquel día en que descubrí como mis preciados bonsái fueron objeto de una peste que terminó destruyendolos.
Es que lo que tienen de pequeño, también lo tienen de frágil.
Como la Fe.
¿Tu Fe tiene "forma" de Bonsái?
¡cuidado!
Puedes ir por mal sendero.
No descuides las raíces.
No descuides los nutrientes.
No deformes lo que ya tiene grabado en si "su forma".
El precio de ser un Bonsái puede ser caro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario