Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: "Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?". Jesús les respondió: "En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él". Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: "Maestro, has hablado bien". Y ya no se atrevían a preguntarle nada.
RESONAR DE LA PALABRA
Juan Carlos Martos, cmf
COMENTARIO publicado por Ciudad Redonda - Noviembre 2015
Queridas amigas y amigos:
Existe la llamada “trampa saducea”. Consiste en hacer preguntas a alguien para tenderle una emboscada y dejarlo en mal lugar, responda lo que responda. Es lo que tratan de hacer a Jesús aquellos especialistas de la casuística, al presentarle este caso matrimonial tan hipotético como ridículo: Partiendo la "ley del levirato" (cf. Dtr 25), le preguntan quién será en el más allá el definitivo marido de una misma mujer, repetidamente viuda y sin descendencia, casada con varios hermanos sucesivamente fallecidos. La treta dialéctica es sibilina. Jesús, además de sortearla, aprovecha para añadir algunas enseñanzas sobre el matrimonio y la resurrección.
La primera lección es sobre el matrimonio. No lo desacredita ni banaliza. Ha sido instituido por Dios mismo quien ha creado al hombre y a la mujer. La diferencia de sexo no es solamente biológica, para asegurar el placer y la reproducción de la especie. También los animales retozan y se reproducen. Si fuera solo por motivos biológicos, no habría necesidad de sacramento. Objetivo del matrimonio es también el amor recíproco. Los humanos necesitamos compartir la vida con otros. No podemos vivir sin un amor personal y estable. Pero la institución matrimonial no es definitiva. Con la muerte de uno de los dos cónyuges, el vínculo se deshace. En la otra vida, las cosas serán de distinta manera.
La segunda lección es sobre la resurrección. Ésta alude al centro mismo de nuestra fe: aquello que ilumina y da sentido a la vida y a la misión de Jesús. ¡No vivimos para morir sino que morimos para resucitar! Pero a la fe en la resurrección no se accede mediante el debate, sino por el testimonio. Más que un milagro, la resurrección es un misterio. No podemos imaginar la vida después de la muerte de modo terreno, como si fuera un calco de esta vida presente. Es mucho más que eso. Es una dimensión de la existencia que no puede ser medida ni comprendida desde nuestros criterios. Por eso tampoco admite ser defendida o rechazada con argumentos terrenales. Decía L. Evely que “para el hombre moderno la única resurrección es haber experimentado que Cristo actúa en su vida”. La única resurrección que interesa es sentirse depositario de la energía resucitante de Cristo y también responsable de hacerla efectiva. Al decir que serán como ángeles, no está negando la condición corporal de los resucitados. No sabemos cómo son los ángeles, pero aquí el acento está en que no morirán. Los santos son amigos de Dios. Dios es un Dios de vivos y no de muertos. Él nunca pierde a sus amigos, porque viven para siempre.
Juan Carlos Martos cmf
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