Pero, ¿qué queremos saber realmente sobre el final del mundo? El Señor no les contesta la pregunta a sus seguidores, pero sí les dice que sucederán catástrofes naturales y tragedias causadas por la maldad del hombre, para que no se sorprendan cuando sucedan, y también les advierte que no crean fácilmente a los profetas que anuncian calamidades. Con todo hay cosas que sí tenemos que saber.
Primero, que Dios está a cargo de todo. Nada ocurre fuera de su providencia. Él utiliza todo para construir su Reino.
Segundo, que el Señor no actúa solo. En la tierra actúa a través de su Cuerpo, que es la Iglesia, vale decir Cristo que vive en ti y en mí. ¡Somos parte de su plan majestuoso para redimir el mundo!
Tercero, que Dios tampoco quiere que nosotros actuemos solos. Él nos reúne y entreteje nuestras virtudes, fortalezas y debilidades individuales de un modelo asombroso.
A veces, la obra de Dios implica un cierto grado de destrucción, cuando vemos que nuestras imperfectas estructuras se están desmoronando. Mediante la privación, la tribulación o incluso la calamidad, nos damos cuenta de que no tenemos todo lo que necesitamos para sobrevivir en este mundo. Entonces es cuando las cosas se tornan espantosas, y a veces nos hacen reaccionar precipitadamente. Sí, a veces parece que todo se viene abajo, como en la lectura de hoy, pero el Señor está siempre a nuestro lado y nos reafirma constantemente que todo lo que ahora esté desarmado, él lo va a reconstruir más sólido y más santo.
Así pues, querido hermano o hermana, no tengas miedo si encuentras que algo se derrumba. Más bien, acude al Señor y pídele que te muestre con qué lo va a reemplazar.
“Dios todopoderoso y eterno, concédeme tu fortaleza para que no me agobie el temor ni la inseguridad cuando veo destrucción y muerte en el mundo. Sólo dame tu paz y protege a tus fieles, a mí y a los míos.”fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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