“Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes” Lc 6, 36-38
Si perdonamos, seremos perdonados; si condenamos, seremos condenados; se juzgamos, seremos juzgados.
Cuando no perdonamos cerramos el corazón y acabamos cerrándonos completamente: nos cerramos al amor y al perdón.
En cuanto Dios es amor, es también perdón.
Dios quiere siempre perdonar.
Si no conseguimos percibir esto es porque estamos con el corazón cerrado.
Cuando no perdonas, te asfixias.
No se trata de tener derecho o no a perdonar, porque fue el otro quien erró. El derecho que tienes es el de vivir, no el de morir.
¡El resentimiento mata!
Mata al alma y al cuerpo.
En la medida en que acumulamos resentimiento y decepción, vamos perdiendo la alegría. Al principio parece sabroso gustar ese sentimiento de auto-piedad porque fuimos ofendidos; Pero después nos vamos envenenando. Podremos llegar hasta la muerte. Repito: llegar a la muerte del alma y del cuerpo. Y cuántos mueren así…
Monseñor Jonás Abib
Fundador Comunidad Canción Nueva.
Adaptación y traducción del original en portugués.
Fuente: Mensaje del día www.cancaonova.com
Fundador Comunidad Canción Nueva.
Adaptación y traducción del original en portugués.
Fuente: Mensaje del día www.cancaonova.com
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