San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Comentarios a los salmos, Sal 121
“¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz!”
“Haya paz en tu fortaleza.” (Sal 121,7) ¡Oh Jerusalén, “oh ciudad que eres edificada como ciudad, que participas en la unidad!” (121,3), en tu fortaleza haya paz, haya paz en tu amor, porque tu fortaleza o virtud es el amor. Oye lo que dice el Cantar de los Cantares: “El amor es más fuerte que la muerte” (8,6). Sentencia sublime, hermanos, es: El amor es más fuerte que la muerte. (…) ¿Quién se enfrenta a la muerte, hermanos? Se hace frente al fuego, a las olas, a la espada; se resiste a los príncipes, a los reyes. Pero se acerca sola la muerte, ¿y quién se opone a ella? Nada hay más fuerte que ella. Por eso la caridad se compara a su fortaleza; y además se dijo que el amor es más fuerte que la muerte. Pues como el amor mata lo que fuimos, para que seamos lo que no éramos efectúa en nosotros cierta muerte. Con esta muerte murió el que decía: “El mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo” (Ga 6,14). Con esta muerte estaban muertos aquellos a quienes decía: “Muertos estáis, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”. (Col 3,3)
El amor es más fuerte que la muerte. (...) Haya paz en tu fortaleza, ¡oh Jerusalén!, haya paz en tu amor. Y por esta fortaleza, por este amor, por esta paz, “haya abundancia en tus torres”, (Sal 121,7) es decir, en tus alturas. (…)Sin embargo, el colmo de las delicias y la plenitud de las riquezas es el mismo Dios, Él que es uno. Aquel de quien participa la ciudad en la permanencia; ´Él será también nuestra abundancia en la ciudad de Jerusalén.
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