viernes, 13 de noviembre de 2015

Comprendiendo La Palabra

San Romano el Melódico (?-c. 560), compositor de himnos 
Himno de Noé
Dios espera el tiempo de nuestra conversión

    Cuando contemplo la amenaza sobre los culpables en tiempo de Noé, tiemblo, yo que también soy culpable de abominables pecados... A los hombres de entonces, el Creador los advirtió de la amenaza, porque esperaba el tiempo de su conversión. También para nosotros llegará la hora final, desconocida por nosotros e incluso por los ángeles (Mt 24,36). En este día, Cristo, el Señor desde todos los siglos, vendrá cabalgando sobre las nubes para juzgar a la tierra, tal como lo vio Daniel (7,13). Antes de que esta hora última no caiga sobre nosotros, supliquemos a Cristo clamándole: «Por el amor que tú nos tienes, salva a todos los hombres de la cólera, Redentor del universo»...

    El Amigo de los hombres, viendo la maldad que reinaba en aquel entonces, dijo a Noé: ««He decidido acabar con toda carne (Gn 6,13), porque la tierra está llena de violencias por culpa de ellos. Tú eres el único justo que he visto en esta generación (Gn 7,1)... Hazte un arca de maderas resinosas...; como una matriz llevará las simientes de las especies futuras. La harás como una casa, a imagen de la Iglesia... En elle te cobijaré, a ti que con tanta fe me gritas: 'Por el amor que me tienes salva a todos los hombres de la cólera, Redentor del universo'.»

    El elegido llevó a cabo su obra, inteligentemente..., y gritaba con fe a los hombres sin fe: «¡Daos prisa, salid de vuestro pecado, rechazad toda maldad, arrepentíos! Lavad con lágrimas la suciedad de vuestras almas, y a través de la fe, conciliaos con el poder de nuestro Dios...» Pero estos hijos de rebeldía no se convirtieron. Añadieron a su perversidad, su endurecimiento de corazón. Desde entonces Noé impetro a Dios con lágrimas: «En otro tiempo me hiciste salir del seno de mi madre; ¡sálvame ahora en esta arca caritativa! Porque voy a encerrarme en esta especie de tumba, pero cuando me llamarás, ¡saldré de ella por tu poder! Desde ahora voy a prefigurar en ella la resurrección de todos los hombres, cuando salvarás a tus justos del fuego, tal como me salvarás de las olas del mal arrancándome de en medio de los impíos, a mi que con fe te grito a ti, Juez compasivo: 'Por el amor que nos tienes, salva a todos los hombres de la cólera, Redentor del universo.'»

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