Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres tú el rey de los judíos?". Jesús le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?". Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?". Jesús respondió: "Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí". Pilato le dijo: "¿Entonces tú eres rey?". Jesús respondió: "Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz".
RESONAR DE LA PALABRA
Julio César Rioja, cmf
Queridos hermanos:
Acabamos el año litúrgico y la Iglesia nos invita a hacer un resumen de todo este tiempo, proclamando a Jesucristo como Rey, el centro de nuestra fe. Es verdad que en Viernes Santo, en la Pascua, en la Ascensión y sobre todo en cada Eucaristía, sentimos a Jesús como el Señor de nuestra vida. Pero hoy queremos evidenciar que él es el que da sentido a la historia, el universo, la comunidad y nuestra propia existencia.
Jesús no es un rey, ni tiene poder político, no es un escriba, ni un sacerdote. Lo suyo no es enseñar una doctrina religiosa, ni explicar la ley de Dios, ni asegurar el culto de Israel. Es un profeta itinerante de Galilea, que anuncia un acontecimiento, algo que está ocurriendo y que pide ser escuchado y atendido, pues lo puede cambiar todo. Él lo está experimentando e invita a todos a compartir esta experiencia. Dios está tratando de introducirse en la historia humana. Hay que cambiar y vivirlo todo de manera diferente: “El Reino está cerca. Cambiad de manera de pensar y creed en esa Buena Noticia”. A esto Jesús lo llamó el Reino de Dios y es el corazón de su mensaje y la pasión que animó toda su vida. Este es el sentido del Reino.
Pero esto no lo entiende Pilato, ni nosotros aún hoy, el se resistió siempre a ser proclamado rey por sus partidarios y les exigirá a los apóstoles que no sean como los reyes y gobernantes, que hacen sentir su autoridad, sino que se comporten como los servidores de todos. El cartel de la cruz INRI (Jesús Nazareno, rey de los judíos), es una ironía. Podemos decir que su reino es la vida tal como la quiere construir Dios. Y a nosotros nos parece más importante, saber que hemos de pensar de Dios, cómo cumplir sus mandatos, cómo ofrecerle un culto agradable. Jesús, por su parte, sólo buscaba una cosa: que hubiera en la tierra hombres y mujeres, que comenzaran a actuar como actúa Dios. ¿Cómo sería la vida, si la gente, el mundo, el universo, la historia se pareciera más a como Dios la imagino y creo?
Jesús le confirma a Pilato que su reinado es de otro estilo: “Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos”. Por lo tanto, Jesús es rey, pues: “Para esto he nacido y para esto he venido al mundo”. Pero la palabra “rey” tiene en sus labios un significado completamente distinto. En efecto, para él ser rey significa: “Dar testimonio de la verdad”. Y sus súbditos son quienes escuchan su palabra de verdad, la Verdad del Padre.
A partir de este rey coronado de espinas, burlado por los soldados y asesinado en una cruz de esclavos. No nos avergoncemos de un Cristo perseguido y muerto por ser testigo de la Verdad: “la Verdad nos hará libres”. “Todo el que es de la Verdad, escucha mi voz”, el que con corazón sincero mira a este rey tan singular y acepta su camino de humildad y renuncia, pertenece a su reino. “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura”, cuanto entretenimiento en las añadiduras, en pensar que el reino lo acaparamos nosotros, o la Iglesia. El reino es universal, consiste en la soberanía del amor y engendra una nueva raza de hombres basada en la misericordia y la compasión.
Este es también el resumen, de todas las homilías que os he ido transmitiendo durante todo este ciclo litúrgico, algunos han podido pensar que recurrir al reino es escaparse, pero si lo miráis bien es mucho más exigente. Celebremos este domingo con sencillez, sabiendo que el amor vencerá sobre el odio, la paz a la guerra, la humildad sobre el orgullo, el servicio fraterno sobre el individualismo. Y recemos con la segunda lectura del Apocalipsis: “A Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra. A aquel que nos amó, nos ha liberado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre, a Él, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén”.
Fuente Portal Ciudad Redonda
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