La Biblia es reconocida como libro inspirado por Dios, no sólo por los católicos, sino también por todos los cristianos separados, exceptuadas sólo algunas sectas de origen protestante; así como, aunque sólo el Antiguo Testamento, por los judíos. También le reconocen valor religioso, aunque subordinado al Corán, los musulmanes.
Los Ortodoxos mantienen el dogma cristiano sobre la Sagrada Escritura.: la reconocen como libro inspirado y Palabra de Dios, a la vez que reconocen también que está indisolublemente unida a la Sagrada Tradición y que la Iglesia es la depositaria y el intérprete autorizado de la Biblia y de la Tradición. El único punto de diferencia con la verdad católica (que, en realidad, afecta más a la comprensión del Magisterio que a la de la Escritura) es lo referente al Romano Pontífice, cuyo Primado y cuya infalibilidad singular no reconocen.
Los protestantes, habiendo negado el dogma cristiano sobre la asistencia del Espíritu Santo a la Iglesia, piensan que sólo en la Biblia (y no en la Tradición ni en el Magisterio de la Iglesia) resuena la Palabra de Dios. De ahí depende lo que es conocido históricamente como punto más significativo de su diferencia con el catolicismo: la célebre cuestión del libre examen de la Escritura. Frente a la doctrina católica según la cual todo cristiano al leer las Sagrada Escritura debe aceptar el juicio de la Iglesia, único intérprete auténtico de la Escritura, el protestantismo sostiene que cada miembro de la Iglesia tiene facultad para examinar la Biblia sin atender a la Tradición ni a la Iglesia, creen que el Espíritu Santo les ilumina la inteligencia al leer la Escritura Sagrada. Es la idea de Lutero y Calvino según la cual el Espíritu Santo iluminaba a cada fiel; en el protestantismo ilustrado y liberal del s. XVIII y siguientes se pone el acento en el recurso a los medios de investigación científica. Todo lo anterior da pie a un fuerte subjetivismo, que se agrava por un aspecto derivado de la misma teoría del libre examen: si cada fiel, a tenor de su lectura de la Escritura hecha en el Espíritu Santo, alcanza por sí solo la verdad, puede, y aun debe, juzgar de la entera comunidad eclesial a partir de la verdad alcanzada. La tendencia que el protestantismo, sobre todo el americano y en parte el centroeuropeo, ha manifestado hacia la escisión parte de ahí.
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