XXIII Domingo del Tiempo Ordinario
Desde aquel día en que la luz resplandeció por primera vez en Belén, la oscuridad ha tratado de extinguirla, de manera que la guerra entre la luz y las tinieblas se prolongará hasta la confrontación final. Son fuerzas tan contrarias que la batalla continuará hasta que todo lo conocido haya sido sacudido o transformado. Todo menos nuestro Dios todopoderoso, que nos creó por amor, que permanece inmutable por los siglos y cuyo amor jamás disminuye.
Dios nos ha dado a conocer, en Cristo, su paciencia y nos ha demostrado que él siempre es bondadoso, compasivo y amable. Tampoco se ha olvidado de cuidar al mundo ni lo ha abandonado a una autodestrucción completa y definitiva. El Señor espera con paciencia, porque no quiere “que nadie muera, sino que todos se vuelvan a Dios” (2 Pedro 3, 9).
Cuando meditamos en la segunda venida del Señor, como lo hacemos en esta época del año litúrgico, tenemos dos opciones: sentirnos sobrecogidos de miedo o bien recordar la verdad y aferrarnos a ella. Todo lo que existe está bajo el control de Dios y en Cristo estamos total y absolutamente seguros. Conocemos a Aquel en quien hemos creído, Jesús, que murió por nosotros porque nos ama; él tiene poder de sobra para cuidarnos hasta que regrese de nuevo. ¡Lo mejor que podemos hacer es poner en él toda nuestra confianza!
Si nos viéramos en medio de las calamidades aludidas, hemos de soportarlas con fe firme porque de principio a fin el Señor nos reconforta: “¡No se asusten!… No perecerá ni un solo cabello de su cabeza.” En realidad ni siquiera tenemos que preocuparnos de cómo hemos de defendernos, porque el propio Señor nos dará la sabiduría para responder a nuestros perseguidores. En Cristo, y por medio de la fe y la obediencia, jamás estaremos abandonados.
“Señor y Salvador mío, creo que tú me amas y me cuidas en todo momento. Fortalece mi fe, Señor, y ayúdame a obedecerte, para que yo sepa soportar las dificultades con paciencia y esperanza hasta el día en que vengas de nuevo.”Malaquías 3, 19-20
Salmo 98(97), 5-9
2 Tesalonicenses 3, 7-12
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
No hay comentarios:
Publicar un comentario