Dios de amor infinito,
siempre bondadoso, siempre fuerte,
siempre presente, siempre justo:
Tú diste a tu único Hijo
para salvarnos por la sangre de su cruz.
Jesús Bueno, pastor de paz,
une a tu propio sufrimiento
el dolor de todos quienes han sido heridos
en cuerpo, mente y espíritu
por aquellos quienes traicionaron
la confianza puesta en ellos.
Oye nuestro llanto mientras sufrimos
por el daño causado a nuestros hermanos y hermanas.
Infunde sabiduría en nuestras oraciones,
alivia nuestros corazones intranquilos con la esperanza,
endereza los espíritus tambaleantes con fe:
Muéstranos el camino hacia la justicia y la entereza,
danos la luz de la verdad y cúbrenos con tu misericordia.
Espíritu Santo, consolador de corazones,
cura las heridas de tu pueblo
y rescátanos de nuestra dispersión.
Danos valentía y sabiduría, humildad y gracia
para que así actuemos con justicia
y encontremos paz en ti.
Te lo pedimos por Cristo, Nuestro Señor.
Amén.
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