El Señor dijó: «Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: 'Ven pronto y siéntate a la mesa'? ¿No le dirá más bien: 'Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después'? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: 'Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber'.»
Alejandro Carbajo, cmf
Queridos amigos, paz y bien.
Mucha gente vive la vida como si todo dependiera de ellos. El mundo gira alrededor suyo, y sin ellos nada saldría adelante. Quizá los Apóstoles sintieran esta tentación. Tiene que ser muy atractivo poder curar enfermos, resucitar muertos y demás actividades que los Discípulos llevaron a cabo.
Como siempre, Jesús le da la vuelta a la cosa. Ya no se trata de “yo hago cosas y Dios me da poderes”; se trata de “Dios ha hecho obras grandes conmigo y por mí, y por eso yo debo actuar”. Cambia por completo la perspectiva. De eso va la sensación de ser unos siervos inútiles. Más deberíamos hacer por ese Dios que tanto nos ha dado.
Que se nos olvide la mentalidad mercantil o comercial: tres Padrenuestros más dos Avemaría más tres obras de misericordia igual a garantía de respuesta divina favorable. Dios no depende de nuestros deseos. Y cumplir los Mandamientos, aunque es algo deseable, no garantiza nada. No le podemos pedir a Dios el salario, en el sentido en que habitualmente se entiende.
La postura correcta ante la vida es la del siervo que “hace lo que tiene que hacer”, sin tener en cuenta la paga. Es que Dios es el mayor tesoro, la mejor recompensa, la más elevad? paga. Por eso no hace falta nada. Por eso no se tiene derecho a exigir nada.
Es que a los amigos se les hace todo tipo de favores sin esperar recompensa. Sin pedir nada a cambio. Y Dios debe ser para nosotros un amigo muy especial, el primero entre todos, por el que estamos dispuestos a hacer el mayor esfuerzo. No hacen falta contratos o leyes para ayudar a los amigos. Sabemos lo que les hace falta, lo que les molesta e intentamos hacer lo primero y evitar lo segundo.
Los siervos verdaderamente útiles son los que se reconocen “inútiles”, los que saben vivir en el horizonte de Dios. Saben que se podría hacer mucho más, y que todo lo que hacemos siempre está inacabado. Es cuestión de fe. Y la fe es un regalo divino. Si se recibe con gratitud, esa fe y esa conciencia de hacer lo que tenemos que hacer nos ayuda a vivir en plenitud.
Tu hermano en la fe, Alejandro, C. M. F.
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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