Jesús dijo una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro. El les dijo: "Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida. Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: 'Háganlas producir hasta que yo vuelva'. Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: 'No queremos que este sea nuestro rey'. Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y le dijo: 'Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más'. 'Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades'. Llegó el segundo y le dijo: 'Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más'. A él también le dijo: 'Tú estarás al frente de cinco ciudades'. Llegó el otro y le dijo: 'Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en un pañuelo. Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has sembrado'. El le respondió: 'Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigentes, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré, ¿por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con intereses'. Y dijo a los que estaban allí: 'Quítenle las cien monedas y dénselas al que tiene diez veces más'. '¡Pero, señor, le respondieron, ya tiene mil!'. Les aseguro que al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, se le quitará aún lo que tiene. En cuanto a mis enemigos, que no me han querido por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia". Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén.
RESONAR DE LA PALABRA
José Luis Latorre, cmf
Queridos amigos
Lucas nos presenta la última parábola de Jesús, es la última enseñanza antes de llegar a Jerusalén. Jesús personificado en el “hombre noble” debe ir lejos a recibir el “título real” –clara alusión a su Pasión- y después volver –anuncio de su venida al fin de los tiempos-, pero esta venida no será inmediatamente “tardará”. Mientras esto acontece sus servidores –nosotros- deben actuar comprometidamente en el mundo en las tareas encomendadas. Es una llamada a trabajar sin descanso por el Reino en esta etapa intermedia.
Todos hemos recibido talentos –“minas de oro”-: la vida, la salud, la inteligencia, la fe, la Eucaristía, la Reconciliación… y se nos dijo “negociad mientras vuelvo”; se nos ha confiado la misión de trabajar en fidelidad y creatividad. Somos administradores de los talentos, no dueños. A este capital de gracias le sucede como a la naturaleza, crece y florece más el que más vitalidad tiene: quien tiene más amor de Dios, ama cada vez más y produce más, es decir, da más frutos de justicia, paz, misericordia, solidaridad…
Hay un peligro: el miedo. Este paraliza a la persona y no le deja dar fruto. Y termina perdiendo cuanto había recibido. El peligro no es el pecado, los fallos, las deficiencias… sino el miedo, Al miedoso el Apocalipsis le llama “el tibio” (ni frío ni caliente). El tibio es el que dice “es muy difícil hacer el bien”, “ser cristiano hoy”, “no te escuchan, se burlan, se ríen” y por eso no lo intenta, no da ni siquiera un pasito. El tibio dice “yo a mis años ya, eso para los jóvenes”, o “esto se ha hecho siempre así” y no admite ni un mínimo cambio.
Última semana del Jubileo de la Misericordia: ¡todavía tenemos tiempo para vivir las obras de misericordia! Y en especial esa que nos cuesta más y que pensamos que es muy difícil. Si la practicamos, nos ayudará a que las “minas de oro” que Dios nos regaló den fruto. Inténtalo al menos.
Fuente del Comentario CIUDAD REDONDA
No hay comentarios:
Publicar un comentario