“Si yo diera testimonio en favor mío, mi testimonio no valdría como prueba.” (Juan 5, 31)
Un principio legal establecido de la ley judaica era que nadie podía testificar en favor propio (según la interpretación de Deuteronomio 19,15 de los rabinos de entonces). Jesús reconoció este principio, pero insistió en que su testimonio era verdadero, porque había otros que testificaban en su favor: “Hay otro que da testimonio en mi favor, y yo sé que su testimonio acerca de mí es válido.” Dios, a quien se refería Jesús, ha dado testimonio de Jesús de la siguiente manera: Por los testimonios de San Juan Bautista, los milagros de Jesús y la revelación de la Sagrada Escritura.
El Bautista, cuyo testimonio acerca de Jesús era humano pero muy poderoso, declaró que Jesús era el Cordero de Dios que quitaba el pecado del mundo (Juan 1, 29), que Jesús había venido del cielo y que estaba por encima de todos (Juan 3, 31). Juan también dio testimonio de que el Padre había entregado todo en manos de Jesús. Cristo utilizó este testimonio humano, no en su propio favor, sino para que la gente pudiera salvarse.
Jesús insistió en que Dios nos había dado un testimonio de mayor importancia que el de Juan Bautista: los milagros y las obras poderosas de Dios que él había realizado. Los milagros de Jesús revelaron que él era el Mesías, porque hacían realidad lo que los profetas habían anunciado como obras del Mesías: que los ciegos verían, los sordos oirían, los mudos hablarían y los cojos caminarían (Isaías 35, 5-6; Mateo 9, 2-7.27-31; Marcos 7, 31-37).
El testimonio final de Jesús se encuentra en la Sagrada Escritura. Cristo dijo que toda la Escritura daba testimonio de él, y en el camino de Emaús, “comenzando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que decían todas las Escrituras acerca de él” (Lucas 24, 27).
Dios nos ha dado estos testimonios acerca de Jesús a fin de conducirnos a una fe cada vez mayor. De modo que para entender estos testimonios y para que ellos den fruto en nuestra vida, es preciso tener fe en Jesús. San Anselmo escribió: “No busco entender para creer, sino creer para entender” (Proslogion 1).
“Amado Jesús, yo creo, pero ayúdame a creer más. Quiero poner toda mi confianza en ti, y quiero esperar con confianza tu gloriosa venida al final de los tiempos.”Éxodo 32, 7-14
Salmo 106(105), 19-23
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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