lunes, 5 de marzo de 2018

COMPRENDIENDO LA PALABRA 050318

San Ambrosio (c. 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia 
Los Misterios, § 16-21 (trad. SC 25, p. 112)
La Cuaresma conduce a la resurrección del bautismo.

     Naamán era sirio, tenía lepra y no podía ser purificado por nadie. Entonces una joven esclava dijo que había un profeta en Israel que podría purificarle de la plaga de la lepra... Aprende ahora quien es esta joven de entre los cautivos: la joven asamblea de entre las naciones, es decir la Iglesia del Señor, humillada anteriormente por la cautividad del pecado, mientras que no poseía aún la libertad de la gracia. Por su consejo este vano pueblo de las naciones escuchó la palabra de los profetas de la cual había dudado mucho tiempo. Después, desde que el creyó que era necesario obedecer, fue lavado de toda infección de sus malas acciones. Naamán había dudado antes de ser curado, tú estás ya curado, por lo que no debes dudar.

     Es por eso que se te dijo ya que no creas solamente lo que veías aproximándote al baptisterio, por miedo que no digas: « ¿Está ahí el gran misterio que el ojo no vio ni el oído oyó y que no ascendió al corazón del hombre? (1Co 2,9) Veo el agua, que veía todos los días; ¿puede purificarme estas aguas en las que a menudo he bajado sin ser nunca purificado?» Aprende por eso que el agua no purifica sin el Espíritu. Por eso leíste que « tres testigos del bautismo no son más que uno: el agua, la sangre y el Espíritu» (1Jn 5,7-8). Porque si retiras uno de ellos ya no hay sacramento del bautismo. En efecto, ¿qué es el agua sin la cruz de Cristo? Un elemento ordinario sin ningún efecto sacramental. Y de la misma manera, sin el agua no hay misterio de la regeneración. « A menos de haber nacido de nuevo del agua y del Espíritu no se puede entrar en el Reino de Dios» (Jn 3,5). El catecúmeno cree en la cruz del Señor Jesús de la cual está marcado; pero si no ha sido bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, no puede recibir la remisión de sus pecados ni extraer el don de la gracia espiritual.

     Así pues este sirio se sumergió siete veces en la Ley; tú, has sido bautizado en el nombre de la trinidad. Tú has confesado el Padre..., tú has confesado el Hijo, tú has confesado el Espíritu Santo... Estás muerto al mundo y resucitado por Dios, y, en alguna forma enterrado al mismo tiempo en este elemento del mundo; muerto al pecado, has resucitado para la vida eterna (Rm 6,4).

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