SÉPTIMO DÍA
+ En el Nombre del Padre,
+ del Hijo
+ y del Espíritu Santo.
Amén.
Oración inicial
Ven, Espíritu Santo, llena
los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de Tu Amor.
¡Envía Tu Santo Espíritu y
todo será creado, y renovarás la faz de la tierra!
Oremos: Dios que instruiste los corazones de Tus fieles con la luz del
Espíritu Santo, haz que apreciemos rectamente todas las cosas, según el mismo
Espíritu y gocemos siempre de Sus consuelos, por Cristo Nuestro Señor. ¡Amén!
Oración antes de la meditación
Divino Espíritu, que por la Iglesia eres llamado Creador, no solamente
porque lo eres con relación a nosotros, criaturas; sino también porque moviendo
en nuestras almas, santos pensamientos y afectos, creas en nosotros aquella
santidad que es obra Tuya. Venga también sobre nosotros Tu benéfica virtud, y
mientras Te honramos con este devoto ejercicio, dígnate visitar con Tu Divina
Luz nuestra mente, y con Tu Suprema Gracia nuestro corazón, para que nuestras
oraciones suban agradables a Ti y del Cielo, descienda sobre nosotros la
abundancia de Tus divinas misericordias. ¡Amén!
Meditación
¡Divino Paráclito! Eres el Santificador de las almas
Si el Creador no quisiese elevar un alma humana a la vida sobrenatural,
renovando su imagen o soplando sobre ella el Hálito Divino, estaríamos
perdidos. Cuando Dios se comunica con la criatura, soplando sobre ella, le da
siempre espíritu, vida, gracia, amor, podemos decir aún mejor, se da a Sí
mismo. Una criatura que posee el Espíritu de Dios, ciertamente no puede vivir
apenas según las razones de la naturaleza terrena, que casi siempre se opone a
la gracia divina que desea elevarnos a la participación de la naturaleza
divina.
Pero, ¿Quién dará a una criatura de la tierra ayuda y fuerza para vivir
según la sublime vocación de un ser divinizado? Este milagro es obra del Divino
Espíritu Santo, que es el Santificador de las almas; el cual con fuerza y
suavidad conduce a las almas al santo vivir, a lo que nosotros llamamos vida
sobrenatural, que consiste no solo en observar los mandamientos de la ley de
Dios, sino en dirigir a El siempre, todo nuestro ser, nuestro querer, nuestro
hacer y sufrir, viviendo así, únicamente para Él.
El nombre del Santificador de las almas es dado al Espíritu Santo en la
Divina Escritura, para indicar que El es el principio y la fuente de toda
santidad, de El vienen las gracias, las luces, los consuelos, y ayuda para
nuestra santificación. Es de hecho Él quien ilumina al pecador en su estado de
peligro, despertándolo del sueño de la muerte, inspirándolo en el deseo de
volver a Dios, ayudándolo a sanar el propio corazón de aquel triple germen del
alma, que consiste en el orgullo, en la sensualidad y en la avaricia. Es Él
quien lo hace mirar la dulzura de la virtud, la felicidad de la paz y las
consolaciones del divino amor. Reforma nuestro interior, reprime cautivas
inspiraciones, mostrando la preciosidad de los sufrimientos y el premio de las
buenas obras; El completa en nosotros la obra admirable de Dios, comunicando
virtudes santificadoras a nuestras acciones.
En verdad, el Divino Espíritu, cumple con nosotros aquella promesa de
la Sagrada Escritura: Te daré un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¡Te sacaré
de tu sepultura, (esto es, del mortífero estado de la culpa) Te daré mi
Espíritu y vivirás! (Ez 37) ¿Qué más consolador podría prometer el Señor?
Momento para
meditación personal
ORACIÓN
Dios mío, considerando todas las obras de Tu Amor, me doy cuenta que
siempre son más admirables que todos los prodigios. El hombre creado por Ti, está
elevado a un estado de excelencia casi divina y poco menor que los ángeles.
Dios, el hombre pecó, perdió el Espíritu Santo, y se hizo esclavo de Lucifer.
Pero Tu mano vino sobre el hombre caído y lo levantó del antiguo terror. Para
levantar al hombre, el Divino Verbo se abajó, hasta vestir nuestra naturaleza.
Fuiste al patíbulo y robaste a satanás el poderío sobre los hombres, que fueron
rescatados por la sangre de Dios, hechos hombres nuevos por el Espíritu Santo,
que los enriquece de dones y gracias, ¡santifícalos, abrázalos… Mi Dios!
Y saber que esta maravilla de amor que realizaste por nosotros y en
nosotros, también fue por mi y en mi. Como haré para amarte y no pensar sino en
Ti, Espíritu Santo de Amor. Perdóname, perdona a todos los cristianos por la
ingratitud de habernos olvidado de Ti y de ahora en adelante, Divino Espíritu,
nos unimos para glorificarte y honrarte, no como mereces, porque es imposible,
sino de la mejor manera que podamos hacerlo.
ORACIÓN FINAL
Prometido y ansiado Consolador, Espíritu Santo, procedente del Padre y
del Hijo, que escuchando la unánime oración de los discípulos del Salvador,
fraternalmente reunidos en el Cenáculo, descendiste para consolar y santificar
a la Iglesia naciente; muéstrate propicio a nuestras súplicas, reenciende Tu
Divino Fuego en los corazones de los hombres. Haz resplandecer Tu Luz hasta los
confines de la Tierra; llama nuevamente al seno de la Iglesia Romana a todas
las Iglesias separadas.
¡Oh, Espíritu Santo, que eres el Amor, piedad de tanta mediocridad y de
tantas almas que se pierden! Haz que rápidamente suceda aquello que David
profetizaba diciendo: “Manda Tu Espíritu!”. Haznos nuevas criaturas, y así
renovaras la faz de la tierra. A partir de esta consoladora profecía, unidos en
oración, como nos enseña la iglesia, con plena confianza repetimos: ¡Envía Tu
Espíritu y todo será creado, y renovarás la faz de la Tierra!
Rezamos las siguientes oraciones:
· Padre Nuestro
· Ave María
· Gloria
· Canto del Espíritu Santo
En esta novena,
la Beata recomendaba que sea cantado el Veni Creator.
+Que el Señor
nos bendiga,
+Nos guarde de
todo mal;
+Nos conduzca
a la vida eterna.
Amén.
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