jueves, 17 de mayo de 2018

Novena de Pentecostes - Divino Paráclito eres el Santificador de las almas - Día 7


SÉPTIMO DÍA
+ En el Nombre del Padre,
+ del Hijo
+ y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de Tu Amor.
¡Envía Tu Santo Espíritu y todo será creado, y renovarás la faz de la tierra!

Oremos: Dios que instruiste los corazones de Tus fieles con la luz del Espíritu Santo, haz que apreciemos rectamente todas las cosas, según el mismo Espíritu y gocemos siempre de Sus consuelos, por Cristo Nuestro Señor. ¡Amén!

Oración antes de la meditación

Divino Espíritu, que por la Iglesia eres llamado Creador, no solamente porque lo eres con relación a nosotros, criaturas; sino también porque moviendo en nuestras almas, santos pensamientos y afectos, creas en nosotros aquella santidad que es obra Tuya. Venga también sobre nosotros Tu benéfica virtud, y mientras Te honramos con este devoto ejercicio, dígnate visitar con Tu Divina Luz nuestra mente, y con Tu Suprema Gracia nuestro corazón, para que nuestras oraciones suban agradables a Ti y del Cielo, descienda sobre nosotros la abundancia de Tus divinas misericordias. ¡Amén!

Meditación
¡Divino Paráclito! Eres el Santificador de las almas

Si el Creador no quisiese elevar un alma humana a la vida sobrenatural, renovando su imagen o soplando sobre ella el Hálito Divino, estaríamos perdidos. Cuando Dios se comunica con la criatura, soplando sobre ella, le da siempre espíritu, vida, gracia, amor, podemos decir aún mejor, se da a Sí mismo. Una criatura que posee el Espíritu de Dios, ciertamente no puede vivir apenas según las razones de la naturaleza terrena, que casi siempre se opone a la gracia divina que desea elevarnos a la participación de la naturaleza divina.

Pero, ¿Quién dará a una criatura de la tierra ayuda y fuerza para vivir según la sublime vocación de un ser divinizado? Este milagro es obra del Divino Espíritu Santo, que es el Santificador de las almas; el cual con fuerza y suavidad conduce a las almas al santo vivir, a lo que nosotros llamamos vida sobrenatural, que consiste no solo en observar los mandamientos de la ley de Dios, sino en dirigir a El siempre, todo nuestro ser, nuestro querer, nuestro hacer y sufrir, viviendo así, únicamente para Él.

El nombre del Santificador de las almas es dado al Espíritu Santo en la Divina Escritura, para indicar que El es el principio y la fuente de toda santidad, de El vienen las gracias, las luces, los consuelos, y ayuda para nuestra santificación. Es de hecho Él quien ilumina al pecador en su estado de peligro, despertándolo del sueño de la muerte, inspirándolo en el deseo de volver a Dios, ayudándolo a sanar el propio corazón de aquel triple germen del alma, que consiste en el orgullo, en la sensualidad y en la avaricia. Es Él quien lo hace mirar la dulzura de la virtud, la felicidad de la paz y las consolaciones del divino amor. Reforma nuestro interior, reprime cautivas inspiraciones, mostrando la preciosidad de los sufrimientos y el premio de las buenas obras; El completa en nosotros la obra admirable de Dios, comunicando virtudes santificadoras a nuestras acciones.

En verdad, el Divino Espíritu, cumple con nosotros aquella promesa de la Sagrada Escritura: Te daré un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¡Te sacaré de tu sepultura, (esto es, del mortífero estado de la culpa) Te daré mi Espíritu y vivirás! (Ez 37) ¿Qué más consolador podría prometer el Señor?

Momento para meditación personal

ORACIÓN

Dios mío, considerando todas las obras de Tu Amor, me doy cuenta que siempre son más admirables que todos los prodigios. El hombre creado por Ti, está elevado a un estado de excelencia casi divina y poco menor que los ángeles. Dios, el hombre pecó, perdió el Espíritu Santo, y se hizo esclavo de Lucifer. Pero Tu mano vino sobre el hombre caído y lo levantó del antiguo terror. Para levantar al hombre, el Divino Verbo se abajó, hasta vestir nuestra naturaleza. Fuiste al patíbulo y robaste a satanás el poderío sobre los hombres, que fueron rescatados por la sangre de Dios, hechos hombres nuevos por el Espíritu Santo, que los enriquece de dones y gracias, ¡santifícalos, abrázalos… Mi Dios!

Y saber que esta maravilla de amor que realizaste por nosotros y en nosotros, también fue por mi y en mi. Como haré para amarte y no pensar sino en Ti, Espíritu Santo de Amor. Perdóname, perdona a todos los cristianos por la ingratitud de habernos olvidado de Ti y de ahora en adelante, Divino Espíritu, nos unimos para glorificarte y honrarte, no como mereces, porque es imposible, sino de la mejor manera que podamos hacerlo.

ORACIÓN FINAL

Prometido y ansiado Consolador, Espíritu Santo, procedente del Padre y del Hijo, que escuchando la unánime oración de los discípulos del Salvador, fraternalmente reunidos en el Cenáculo, descendiste para consolar y santificar a la Iglesia naciente; muéstrate propicio a nuestras súplicas, reenciende Tu Divino Fuego en los corazones de los hombres. Haz resplandecer Tu Luz hasta los confines de la Tierra; llama nuevamente al seno de la Iglesia Romana a todas las Iglesias separadas.

¡Oh, Espíritu Santo, que eres el Amor, piedad de tanta mediocridad y de tantas almas que se pierden! Haz que rápidamente suceda aquello que David profetizaba diciendo: “Manda Tu Espíritu!”. Haznos nuevas criaturas, y así renovaras la faz de la tierra. A partir de esta consoladora profecía, unidos en oración, como nos enseña la iglesia, con plena confianza repetimos: ¡Envía Tu Espíritu y todo será creado, y renovarás la faz de la Tierra!

Rezamos las siguientes oraciones:
·       Padre Nuestro
·       Ave María
·       Gloria
·       Canto del Espíritu Santo

En esta novena, la Beata recomendaba que sea cantado el Veni Creator.

+Que el Señor nos bendiga,
+Nos guarde de todo mal;
+Nos conduzca a la vida eterna.
Amén.


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