miércoles, 16 de mayo de 2018

Novena de Pentecostes - El Espíritu Santo es nuestro Abogado - Día 6


SEXTO DÍA
+ En el Nombre del Padre,
+ del Hijo
+ y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de Tu Amor.
¡Envía Tu Santo Espíritu y todo será creado, y renovarás la faz de la tierra!

Oremos: Dios que instruiste los corazones de Tus fieles con la luz del Espíritu Santo, haz que apreciemos rectamente todas las cosas, según el mismo Espíritu y gocemos siempre de Sus consuelos, por Cristo Nuestro Señor. ¡Amén!

Oración antes de la meditación

Divino Espíritu, que por la Iglesia eres llamado Creador, no solamente porque lo eres con relación a nosotros, criaturas; sino también porque moviendo en nuestras almas, santos pensamientos y afectos, creas en nosotros aquella santidad que es obra Tuya. Venga también sobre nosotros Tu benéfica virtud, y mientras Te honramos con este devoto ejercicio, dígnate visitar con Tu Divina Luz nuestra mente, y con Tu Suprema Gracia nuestro corazón, para que nuestras oraciones suban agradables a Ti y del Cielo, descienda sobre nosotros la abundancia de Tus divinas misericordias. ¡Amén!

Meditación
El Espíritu Santo es nuestro Abogado

Los frágiles, los huérfanos, y los sin derechos, tienen necesidad de un Defensor, de un Abogado, que tenga en el corazón los intereses de ellos y trabaje para hacerles el bien. A los cristianos no les falta un Abogado. Fue el Amante Salvador el que nos lo prometió y nos lo dio; y es su mismo Amor: el Espíritu Santo. Pero ¿quién podrá decirnos todo el bien que nos hace este Divino Abogado, aquel Amor Eterno cuyas obras, palabras y relaciones con las almas son todas amor?

Y este Amor, como sabemos por medio de San Pablo, está especialmente con nosotros y viene en auxilio de nuestra fragilidad cuando rezamos. Nuestra miseria es tan grande, que no sabemos rezar como conviene; nuestra ceguera es tan grande que ni sabemos qué pedir. Pero es aquí que nos ayuda el Espíritu Santo, que dentro de nosotros ora y suplica con gemidos inenarrables; y porque Aquel que escruta nuestro corazón bien sabe aquello que pedimos con tales gemidos inspirados por el Espíritu Santo, y nos da la consoladora certeza de ser oídos.

Por lo tanto, ¡Dios mismo ora en mi! El Eterno Amor viene a suscitar santos gemidos y enciende muchos afectos en nuestro corazón, de esa forma, nos ayuda a invocar la divina Misericordia. ¡El Espíritu Santo reza en mi y eleva mi alma a las fuentes de la Vida Eterna para enriquecerla de todo bien! El Espíritu Santo reza en mi y me da tanta eficacia en mis pobres fuerzas, que preciso honrar y agradecer dignamente al Altísimo. El Espíritu Santo ora en mi y los tesoros de la gracia divina se abren delante de mi y a mi favor y también para todos aquellos por quien yo rezo.

¿Qué puede ser negado a aquel cuya oración sube al cielo unida a los gemidos inenarrables del divino Amor? Y aún si este fuese el único bien alcanzado por la devoción al Espíritu Santo, ya seríamos lo bastante felices.

¿El Espíritu Santo rezará también en aquellos que lo olvidaron?

Momento para meditación personal

ORACIÓN

Divino Abogado de las almas, que eres todo Amor, siempre Amor, perfecto Amor, exulto y me alegro en saber que eres así tan bueno y que Te dignaste morar dentro de nosotros, orar en nosotros y enviar el Corazón del Padre Celeste aquellos preciosos e inefables gemidos, que Lo mueven a concedernos toda gracia. ¡Como me arrepiento ahora, Espíritu Santo, por haberte conocido tan poco y haber apreciado tan limitadamente Tu infinito poder de intercesión y de oración dentro de mi!

Si mi oración fue hasta ahora distraída e ineficaz, esto sucedió porque no pensaba en Ti, mi divino Abogado, porque siguiendo la confusión de estos tiempos, yo no procuré la instrucción religiosa y no cultivé la devoción para Contigo, mi Maestro, Consolador y Santificador de mi alma. Pero, a partir de ahora, no será más así. Te pido perdón, Espíritu Santo, y prometo no olvidarme mas de Ti y proclamarte a los otros con las verdades católicas, que son luz para la mente y alegría para el corazón.

ORACIÓN FINAL

Prometido y ansiado Consolador, Espíritu Santo, procedente del Padre y del Hijo, que escuchando la unánime oración de los discípulos del Salvador, fraternalmente reunidos en el Cenáculo, descendiste para consolar y santificar a la Iglesia naciente; muéstrate propicio a nuestras súplicas, reenciende Tu Divino Fuego en los corazones de los hombres. Haz resplandecer Tu Luz hasta los confines de la Tierra; llama nuevamente al seno de la Iglesia Romana a todas las Iglesias separadas.

¡Oh, Espíritu Santo, que eres el Amor, piedad de tanta mediocridad y de tantas almas que se pierden! Haz que rápidamente suceda aquello que David profetizaba diciendo: “Manda Tu Espíritu!”. Haznos nuevas criaturas, y así renovaras la faz de la tierra. A partir de esta consoladora profecía, unidos en oración, como nos enseña la iglesia, con plena confianza repetimos: ¡Envía Tu Espíritu y todo será creado, y renovarás la faz de la Tierra!

Rezamos las siguientes oraciones:
·       Padre Nuestro
·       Ave María
·       Gloria
·       Canto del Espíritu Santo

En esta novena, la Beata recomendaba que sea cantado el Veni Creator.

+Que el Señor nos bendiga,
+Nos guarde de todo mal;
+Nos conduzca a la vida eterna.
Amén.


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