SEXTO DÍA
+ En el Nombre del Padre,
+ del Hijo
+ y del Espíritu Santo.
Amén.
Oración inicial
Ven, Espíritu Santo, llena
los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de Tu Amor.
¡Envía Tu Santo Espíritu y
todo será creado, y renovarás la faz de la tierra!
Oremos: Dios que instruiste los corazones de Tus fieles con la luz del
Espíritu Santo, haz que apreciemos rectamente todas las cosas, según el mismo
Espíritu y gocemos siempre de Sus consuelos, por Cristo Nuestro Señor. ¡Amén!
Oración antes de la meditación
Divino Espíritu, que por la Iglesia eres llamado Creador, no solamente
porque lo eres con relación a nosotros, criaturas; sino también porque moviendo
en nuestras almas, santos pensamientos y afectos, creas en nosotros aquella
santidad que es obra Tuya. Venga también sobre nosotros Tu benéfica virtud, y
mientras Te honramos con este devoto ejercicio, dígnate visitar con Tu Divina
Luz nuestra mente, y con Tu Suprema Gracia nuestro corazón, para que nuestras
oraciones suban agradables a Ti y del Cielo, descienda sobre nosotros la
abundancia de Tus divinas misericordias. ¡Amén!
Meditación
El Espíritu Santo es nuestro Abogado
Los frágiles, los huérfanos, y los sin derechos, tienen necesidad de un
Defensor, de un Abogado, que tenga en el corazón los intereses de ellos y
trabaje para hacerles el bien. A los cristianos no les falta un Abogado. Fue el
Amante Salvador el que nos lo prometió y nos lo dio; y es su mismo Amor: el
Espíritu Santo. Pero ¿quién podrá decirnos todo el bien que nos hace este
Divino Abogado, aquel Amor Eterno cuyas obras, palabras y relaciones con las
almas son todas amor?
Y este Amor, como sabemos por medio de San Pablo, está especialmente
con nosotros y viene en auxilio de nuestra fragilidad cuando rezamos. Nuestra
miseria es tan grande, que no sabemos rezar como conviene; nuestra ceguera es
tan grande que ni sabemos qué pedir. Pero es aquí que nos ayuda el Espíritu
Santo, que dentro de nosotros ora y suplica con gemidos inenarrables; y porque
Aquel que escruta nuestro corazón bien sabe aquello que pedimos con tales
gemidos inspirados por el Espíritu Santo, y nos da la consoladora certeza de
ser oídos.
Por lo tanto, ¡Dios mismo ora en mi! El Eterno Amor viene a suscitar
santos gemidos y enciende muchos afectos en nuestro corazón, de esa forma, nos
ayuda a invocar la divina Misericordia. ¡El Espíritu Santo reza en mi y eleva
mi alma a las fuentes de la Vida Eterna para enriquecerla de todo bien! El
Espíritu Santo reza en mi y me da tanta eficacia en mis pobres fuerzas, que
preciso honrar y agradecer dignamente al Altísimo. El Espíritu Santo ora en mi
y los tesoros de la gracia divina se abren delante de mi y a mi favor y también
para todos aquellos por quien yo rezo.
¿Qué puede ser negado a aquel cuya oración sube al cielo unida a los
gemidos inenarrables del divino Amor? Y aún si este fuese el único bien
alcanzado por la devoción al Espíritu Santo, ya seríamos lo bastante felices.
¿El Espíritu Santo rezará también en aquellos que lo olvidaron?
Momento para
meditación personal
ORACIÓN
Divino Abogado de las almas, que eres todo Amor, siempre Amor, perfecto
Amor, exulto y me alegro en saber que eres así tan bueno y que Te dignaste
morar dentro de nosotros, orar en nosotros y enviar el Corazón del Padre
Celeste aquellos preciosos e inefables gemidos, que Lo mueven a concedernos
toda gracia. ¡Como me arrepiento ahora, Espíritu Santo, por haberte conocido
tan poco y haber apreciado tan limitadamente Tu infinito poder de intercesión y
de oración dentro de mi!
Si mi oración fue hasta ahora distraída e ineficaz, esto sucedió porque
no pensaba en Ti, mi divino Abogado, porque siguiendo la confusión de estos
tiempos, yo no procuré la instrucción religiosa y no cultivé la devoción para
Contigo, mi Maestro, Consolador y Santificador de mi alma. Pero, a partir de
ahora, no será más así. Te pido perdón, Espíritu Santo, y prometo no olvidarme
mas de Ti y proclamarte a los otros con las verdades católicas, que son luz
para la mente y alegría para el corazón.
ORACIÓN FINAL
Prometido y ansiado Consolador, Espíritu Santo, procedente del Padre y
del Hijo, que escuchando la unánime oración de los discípulos del Salvador,
fraternalmente reunidos en el Cenáculo, descendiste para consolar y santificar
a la Iglesia naciente; muéstrate propicio a nuestras súplicas, reenciende Tu
Divino Fuego en los corazones de los hombres. Haz resplandecer Tu Luz hasta los
confines de la Tierra; llama nuevamente al seno de la Iglesia Romana a todas
las Iglesias separadas.
¡Oh, Espíritu Santo, que eres el Amor, piedad de tanta mediocridad y de
tantas almas que se pierden! Haz que rápidamente suceda aquello que David
profetizaba diciendo: “Manda Tu Espíritu!”. Haznos nuevas criaturas, y así
renovaras la faz de la tierra. A partir de esta consoladora profecía, unidos en
oración, como nos enseña la iglesia, con plena confianza repetimos: ¡Envía Tu
Espíritu y todo será creado, y renovarás la faz de la Tierra!
Rezamos las siguientes oraciones:
· Padre Nuestro
· Ave María
· Gloria
· Canto del Espíritu Santo
En esta novena,
la Beata recomendaba que sea cantado el Veni Creator.
+Que el Señor
nos bendiga,
+Nos guarde de
todo mal;
+Nos conduzca
a la vida eterna.
Amén.
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