OCTAVO DÍA
+ En el Nombre del Padre,
+ del Hijo
+ y del Espíritu Santo.
Amén.
Oración inicial
Ven, Espíritu Santo, llena
los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de Tu Amor.
¡Envía Tu Santo Espíritu y
todo será creado, y renovarás la faz de la tierra!
Oremos: Dios que instruiste los corazones de Tus fieles con la luz del Espíritu
Santo, haz que apreciemos rectamente todas las cosas, según el mismo Espíritu y
gocemos siempre de Sus consuelos, por Cristo Nuestro Señor. ¡Amén!
Oración antes de la meditación
Divino Espíritu, que por la Iglesia eres llamado Creador, no solamente
porque lo eres con relación a nosotros, criaturas; sino también porque moviendo
en nuestras almas, santos pensamientos y afectos, creas en nosotros aquella
santidad que es obra Tuya. Venga también sobre nosotros Tu benéfica virtud, y
mientras Te honramos con este devoto ejercicio, dígnate visitar con Tu Divina
Luz nuestra mente, y con Tu Suprema Gracia nuestro corazón, para que nuestras
oraciones suban agradables a Ti y del Cielo, descienda sobre nosotros la
abundancia de Tus divinas misericordias. ¡Amén!
Meditación
Nuestros deberes para con el Espíritu Santo.
Espíritu Santo, como Dios, posees también todo el derecho de adoración,
sumisión y amor, así como debemos rendir al Padre y al Hijo. Como Él en
participar, es el Santificador de nuestras almas, y en nosotros reside
substancialmente, a El debemos el obsequio de una humilde y confiada oración,
para pedirle fuerza para vencer las tentaciones, luz para conocer mejor
nuestros deberes y la gracia de santificar todas nuestras acciones, a fin de
que sean agradables a Él. Más allá de eso, debemos docilidad a sus
inspiraciones y reconocimiento por sus incesantes beneficios.
Pero como el Espíritu Santo es Amor y el Amor debe ser amado, entre
todos esos deberes, lo que debe reinar es la primacía del Amor. Y porque
nosotros, miserables criaturas, no podremos jamás amar adecuadamente el Amor
Infinito, amemos al menos como podemos, y procuremos que El sea también más
conocido y más amado por los otros.
Pero ¿cómo cumpliremos nuestros deberes para con el Espíritu Santo, si
rara y fríamente nos acordamos de Él? ¿El olvido es adoración? ¿El olvido es
gratitud? ¿Es Amor? No, por el contrario: es ingratitud, desamor, desprecio.
Para nosotros, que conscientemente vivimos en lo sobrenatural,
¿existiría mayor vergüenza que vivir toda la jornada como si el Espíritu Santo
no existiese, como si El o habitase personalmente dentro de nosotros? Por lo
tanto, el cristiano, si quisiera cumplir con todos sus deberes para con el
Espíritu Santo comience a tenerlo presente en su pensamiento, recuerde varias
veces Su amor, Sus beneficios, y entre todas sus devociones no falte, o mejor,
abunden obsequios y oraciones en Su honra.
Momento para
meditación personal
ORACIÓN
Divino y Santo Espíritu, como me engañaba pensando que era solamente
con mis pecados que te entristecía. Ahora sé que te entristecí mucho más cuando
te olvidé. Pero ¿Quién es también el más olvidado entre los fieles? ¿Y si ni siquiera
Lo recordamos, Eterno Amor, como podremos cumplir nuestros deberes Contigo?
Debemos gemir sobre nuestra ingratitud y pedir perdón. Y al pedirte
perdón, Espíritu Santo, debemos acrecentar la promesa de honrarte en el futuro
con los actos de especial adoración y de verdadero reconocimiento. Eres autor y
dador de gracia, Santificador y Dulce Huésped del alma, por todo eso con total
devoción debemos volver a Ti todos nuestros pensamientos.
ORACIÓN FINAL
Prometido y ansiado Consolador, Espíritu Santo, procedente del Padre y
del Hijo, que escuchando la unánime oración de los discípulos del Salvador,
fraternalmente reunidos en el Cenáculo, descendiste para consolar y santificar
a la Iglesia naciente; muéstrate propicio a nuestras súplicas, reenciende Tu
Divino Fuego en los corazones de los hombres. Haz resplandecer Tu Luz hasta los
confines de la Tierra; llama nuevamente al seno de la Iglesia Romana a todas
las Iglesias separadas.
¡Oh, Espíritu Santo, que eres el Amor, piedad de tanta mediocridad y de
tantas almas que se pierden! Haz que rápidamente suceda aquello que David
profetizaba diciendo: “Manda Tu Espíritu!”. Haznos nuevas criaturas, y así
renovaras la faz de la tierra. A partir de esta consoladora profecía, unidos en
oración, como nos enseña la iglesia, con plena confianza repetimos: ¡Envía Tu
Espíritu y todo será creado, y renovarás la faz de la Tierra!
Rezamos las siguientes oraciones:
· Padre Nuestro
· Ave María
· Gloria
· Canto del Espíritu Santo
En esta novena,
la Beata recomendaba que sea cantado el Veni Creator.
+Que el Señor
nos bendiga,
+Nos guarde de
todo mal;
+Nos conduzca
a la vida eterna.
Amén.
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